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La mesa está instalada en la calle Natalio Rivas de Adra. M. Torres
«Cuantas más bombas, menos miedo. Hay que parar a Putin»
GUERRA EN UCRANIA

«Cuantas más bombas, menos miedo. Hay que parar a Putin»

AYUDA HUMANITARIA ·

Un año después del inicio de la guerra en Ucrania, Adra se moviliza de nuevo para pedir medicamentos, alimentos no perecederos y otras necesidades como linternas o pilas

MARÍA TORRES

Adra

Domingo, 5 de marzo 2023, 13:19

No puede reprimir las lágrimas al hablar de sus compatriotas. A pesar de su aparente calma, su aspecto robusto y sus dos metros de altura, a Vladymyr le tiembla la voz cuando nos muestra fotografías de la tierra que lo vio nacer. Un año después de la invasión militar rusa en Ucrania, la bandera ucraniana vuelve a ondear en la calle principal de Adra para pedir ayuda humanitaria. Se necesitan –antes y ahora– medicamentos, comida no perecedera, productos de higiene y otros objetos como pilas o linternas. 'Munición de guerra' para supervivientes.

«Esta foto es de ayer. Mira los niños cómo duermen», me indica indignado. En la imagen aparece un grupo de niños ucranianos escondidos en el garaje de un edificio después de un bombardeo. «Se quedan sin casa, sin comida, sin nada», lamenta. «Hay soldados matando población civil, violando a niñas. No son soldados, son terroristas. Esto no puede ocurrir en el siglo XXI», sentencia Vladimir, que se desplazó el pasado mes de octubre a Ucrania para visitar a sus familiares. Su hermano y su sobrino siguen viviendo allí. El primero ya está jubilado y el segundo trabajaba en un colegio como maestro de educación física hasta que se fue al frente a combatir. «Mi sobrino estuvo en la guerra ocho meses, pero tuvo que regresar para cuidar de su padre, que enfermó, y ahora tiene seis meses de permiso», nos explica.

Ambos están viviendo en primera persona el terror de la guerra. Lejos de intentar huir, se aferran a no abandonar su posición. «Cuantas más bombas, menos miedo. Si no ganamos, la guerra se va a Europa, se termina todo, se termina la vida. Hay que parar a Putin», afirma convencido.

El día a día

La desolación por lo ocurrido y la incertidumbre por desconocer el final de tanta tragedia le roba el sueño cada noche. A él y otros ucranianos que hicieron de Adra su hogar hace ahora varias décadas. Es el caso de Inna, que también está colaborando en la recogida de ayuda humanitaria a pie de calle. Ella tiene a dos primas allí que, de momento, viven fuera de la zona de peligro. Una trabaja en una oficina y otra es logopeda. «Hay días que no hay luz ni agua. Se tienen que levantar muy temprano para poder ducharse y poner lavadoras. Cuando suenan las sirenas, tienen que protegerse porque no saben dónde van a caer las bombas, si en su casa o en casa de tu vecino», nos traslada. Pese a la tensión diaria a la que se ven sometidas, «no quieren irse ni de su casa ni de su país».

Se emociona al recordarlas y especialmente se le encoge la voz al hablar de su madre, que actualmente vive con ella. El año pasado escapó de la guerra como miles de refugiados. «Me la traje en marzo. Ya en diciembre nos avisaron de que la situación se estaba poniendo fea, pero ella no quería venir. Cuando comenzaron a sonar las sirenas con las primeras bombas, ya en febrero, mi madre escapó en coche hasta Polonia con una de mis primas y con sus hijas. Desde el coche, ella vio a la gente cruzando la frontera andando, algunos sin zapatos, tirando ropa para llevar menos peso en el equipaje. Gracias una familia de Adra para la que trabajo, mi madre pudo viajar hasta Málaga para venir conmigo», relata.

Inna se siente impotente. «No sé cómo puedo ayudar. Sigo viviendo, pero mi cabeza está en Ucrania. El año pasado Adra ya nos ayudó mucho. Nunca hemos dejado de enviar cosas y ahora hemos vuelto a pedir ayuda en la calle porque hay pueblos pequeños a los que no llega», reconoce. No ve el final, pero se muestra convencida de la victoria: «Ucrania tiene que ganar».

Antes de despedirnos, llega una persona más a la mesa informativa que hay instalada en la calle Natalio Rivas. Es Marina y nos habla de su padre. Vivía en Gerson, que estuvo ocho meses ocupado por las tropas rusas. Con 73 años, se vio obligado a cambiar de ciudad de residencia. «Hay que cerrar el espacio aéreo y se necesitan más armas para echar a los rusos de Ucrania. Tiene que ganar la verdad», concluye.

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