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María Torres
Adra
Viernes, 1 de septiembre 2023
María del Carmen Pomares nació y se crió en Adra, junto al mar, en una casa de la calle Fábrica Castillo. Con siete años, aprendió a leer, a nadar y a coser. Llegó al mundo un 11 de agosto del año 1946. Madre de dos hijos y abuela de cuatro nietos, nos confiesa que vivió una infancia «feliz», se ganó la vida «trabajando mucho» como gerente de un hostal en El Ejido y hoy disfruta de su vejez con todos los cuidados que necesita. En paz consigo misma. Hablamos con ella un día antes de soplar las velas para celebrar sus 76 primaveras. Está espléndida. «Hasta me he echado novio. ¿Quién me lo iba a decir a mi edad?», se pregunta con una sonrisa en los labios.
«A mí nunca me ha faltado de nada en la vida. Mi padre, que se llamaba Cristóbal, era patrón de barco. Mi madre, Petra, era de Laujar y también era muy linda», recuerda. Es la mayor de tres hermanas y, con apenas 20 años, ya tenía dos hijos en el mundo. «Hoy mis hijos parecen mis hermanos, de verdad te lo digo», asegura con total lucidez. María del Carmen comenzó a trabajar con solo 14 años en la fábrica de conservas de pescado de Adra y, con 19, trajo al mundo a su primer hijo.
La vida la puso a prueba muy joven con la pérdida de su tercer hijo, dos meses después de nacer. Una pena insuperable con la que convive desde entonces. «La tendré mientras viva. Un hijo es lo más grande que una madre tiene», afirma rotunda. Después superaría un cáncer: «Se pasa miedo, pero le doy gracias a Dios y a la Virgen de las Angustias, que me cuidó, y estoy bien».
Trabajo y más trabajo
Incansable, María del Carmen ha pasado más de media vida trabajando. A su cargo tenía el hostal, una casa «con tres hombres» y una finca que labrar. «Traté con gente de toda clase cuando estuve al frente del hostal. Trabajé mucho, pero gracias a eso les pude dejar a mi hijos su vivir», apunta hoy. «Y me cosía mi ropa. Mi tía era modista y me enseñó a enfilar desde muy chica». Quedaba tiempo para poco más. Conserva recuerdos de algunos veranos en Lanjarón y, de su marido, prefiere no hablar: «Que Dios lo tenga en su gloria».
«Siempre ha intentando ser muy cariñosa y ser una mujer de mi casa. He trabajado como una negra, pero no me pesa. La vida me ha enseñado a ser honrada, a no engañar a la gente y a tener buen corazón con todo el mundo. Nos necesitamos los unos a los otros», me indica.
Después de tantos años de sacrificio y de entrega incondicional por el bienestar de los suyos, señala que «realmente es ahora cuando estoy a gusto». Desde hace un año, vive en la residencia de mayores Ciudad de Adra. Gestionada por Clece desde hace dos décadas, es hoy su hogar. Reconoce ser plenamente feliz. «Estoy encantada de la vida, aquí he encontrado mi casa. Aquí me duchan, me arreglan, me ponen guapa y me dan mucho cariño. Soy la mujer más feliz del mundo aquí. Me tocó la lotería cuando me vine». Y, además, está en su Adra natal: «En Adra he nacido, he vivido. Adra de mi vida, es mi pueblo».
A sus 76 años, de lo que más orgullosa se siente esta abderitana es «de que mis hijos sean trabajadores y honrados». Mañana soplará las velas. Cerrará los ojos y pedirá un deseo, que no le importa decir en voz alta: «Que mis hijos y mis nietos vengan a verme más a menudo a darme un beso».
Desde la redacción del diario IDEAL en Almería, te deseamos un feliz cumpleaños, María del Carmen. Por muchos años más.
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