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Pilar González atendió a IDEAL después de inaugurar la exposición de cerámica en el Museo de Adra. M. Torres
«Yo era feliz con mi puesto de cerámica en la calle»

Pilar González Peregrín | Ceramista

«Yo era feliz con mi puesto de cerámica en la calle»

A sus 93 años, ya no puede compartir su tiempo con el agua y la arcilla, pero sí una antología de cerámica que puede visitarse en el Museo de Adra

María Torres

Adra

Domingo, 26 de febrero 2023, 22:26

No le gustan las entrevistas «ni salir en el periódico». A sus 93 primaveras, puede permitirse el 'privilegio' de reconocerlo sin tapujos en una primera toma de contacto. Correcta y educada, accede a mantener «una charla» con esta humilde periodista. Me cuenta que los achaques de la edad ya no le dejan compartir su tiempo con el agua y la arcilla. Ciudadana del mundo, adelantada a su tiempo y alma libre, la ceramista Pilar González Peregrín (Pulpí, 1930) puede presumir en vida de un legado que ha paseado por infinidad de ferias y mercadillos y que hoy ocupa el lugar que se merece en el Museo de Adra.

– La exposición lleva por nombre 'El mundo de la ceramista Pilar González Peregrín'. ¿Qué se muestra en esta antología?

–Esta exposición reúne muchos años de trabajo que disfruté mucho. Me gustaba mucho hacer cerámica. Me hice un taller en casa. Tenía dos hornos, uno para pruebas y otros para hacer la cerámica, varios elementos químicos para crear los diferentes esmaltes, un torno... Pero todo aquello lo vendí.

–Hizo de su afición una forma de ganarse la vida. ¿Por qué la cerámica?

–No lo sé. En la Escuela de Artes de Almería aprendí cerámica, pintura, pero me entusiasmé con la cerámica. Es lo que me gusta, es lo que me llena. Me fui a Cataluña, incluso, a hacer dos cursos para perfeccionar la técnica. Me gusta transformar las cosas a mi manera. Para mí, el patrón de mi pueblo, San Miguel, parece una bailarina. Tiene muchos colores, lleva una faldita corta, un plumero en la cabeza y los brazos como una bailarina. Yo lo veía así. Hice una réplica, pero transformado, y así con todo. De cualquier cosa que veía hacía una figura: de los santos que veía en la novena de mi pueblo y no soy creyente, de tradiciones... 'Indalos' hay muchos en Almería, pero ninguno con los floripondios que yo les ponía, por ejemplo.

–¿Qué hacía con todas las piezas que elaboraba en su taller?

–Las vendía en un puesto que instalaba en la calle y la gente que me conocía iba a comprarme a mi casa. Hice una sola exposición en Madrid, en un sótano antiguo donde se montaban exposiciones con música clásica y velas. Allí lo vendí todo. Esta muestra de Adra es mi segunda exposición. Estoy muy agradecida con este jaleo que han liado, pero yo era feliz poniendo mi puesto en la calle.

–¿Cómo definiría su propio estilo?

–'Naif'. Es hacer lo que sientes en el momento, sencillo, sin leyes, desenfadado.

–¿Qué habilidades hay que tener para ser un buen ceramista?

–Lo primero es que te guste y lo segundo tener dinero para comprarte el horno (ríe). En mi caso, la cerámica es lo que me gusta, es lo que me llena. Lo importante en la vida, si trabajas en casa o en la oficina, es que esa labor te guste y te llene. Que esas horas de trabajo las eches con placer, con gusto y que te ilusione.

–¿Cómo se ha reflejado esta filosofía en su propia vida?

–Viví en Pulpí 24 años. A los 15 años, impartí mis primeras clases en una escuela para poder comprarme una bicicleta. La pagué a plazos. De allí me fui a Almería y, gracias a que sabía mecanografía y taquigrafía, puede trabajar en una oficina, pero no me gustaba ni la gente ni cómo se comportaban conmigo. Decidí, entonces, irme a Inglaterra muy joven, donde viví ocho años. En aquella época, era difícil que una mujer se marchara sola a Inglaterra, pero conocía a algunos policías que me dieron el pasaporte. Me fui con un contrato de un año, como ayudante de enfermería, a un hospital de salud mental. No me gustaba especialmente, pero me permitió continuar en Inglaterra para aprender inglés. Trabajé en hoteles, de camarera y de lo que podía, pero estudiando inglés siempre. Allí también hice un curso de profesores y regresé a Pulpí para dar clases de inglés a grupos reducidos. Por la mañana daba clases y por la tarde me iba a la Escuela de Artes. Cansada ya de dar clases de inglés, me centré en la cerámica.

–¿Qué le aportó personal y laboralmente su paso por Londres en aquella época?

–Mucho. Siempre fui muy independiente y libre, pero me aportó más libertad, conocí otro idioma y otra forma de ser de la gente. Me dio posibilidades para hacer lo que yo quería, ser libre. Mis padres me educaron siempre en el respeto y la libertad.

–Hoy por hoy, ¿echa de menos la cerámica?

–No echo de menos nada. Ya no tengo ganas de hacer nada. El cuerpo te pide descanso y se olvida todo, de las técnicas, las fórmulas, los esmaltes.

- ¿Cómo es su día a día?

- Por la mañana, aunque lo que me apetece es seguir en la cama, cojo mi andador y me voy a dar un paseo por la playa y, en verano, me baño y nado. Siempre he procurado hacer ejercicio físico y mantener una buena alimentación. Dicen los médicos que no me he roto ningún hueso porque tengo buena musculatura. También hago tai-chi, leo mucho y hago crucigramas para que la cabeza me ayude. Tengo mis ratos del mal humor por pensar que ya se me acaba.... (silencio). Ahora tengo claro que tengo dos cosas que hacer: procurar estar lo mejor que pueda y dar la menor lata posible a quienes me quieren y me ayudan. No me casé ni tengo familia cercana.

- A sus 93 años, ¿qué le ha enseñado la vida?

–Que, además de hacer ejercicio y alimentarse bien, hay hacer lo que te gusta y te llena. Es la clave para que las cosas salgan bien. No se puede trabajar solamente para ganarte la vida. La vida se pasa y se pasa antes de lo que pensamos. La vida es aquí y ahora. Hay que disfrutar el momento y eso es vivir. ¿A ti te llena el periodismo?

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