Manuel Herrerías, sacerdote

«Gracias a Dios, el sacerdote ha perdido el poder que tenía hace 30 años»

ENTREVISTA ·

Comenzó su andadura pastoral hace casi 50 años en El Congo, lo que le marcaría de por vida, y continuó en Dalías, Laujar, Adra y El Ejido

María Torres

Adra

Lunes, 24 de julio 2023, 18:46

Ha dedicado más de media vida al sacerdocio. En su Abla natal, adquirió los cimientos de una fe que marcaría el resto de su vida personal, espiritual, laboral y social. Desde El Congo hasta El Ejido, pasando por Adra y Laujar de Andarax, ha intentado prodigar la Palabra de Dios de una forma «sencilla, austera y comprensiva». Manuel Herrerías, el que fuera párroco de la parroquia Santa María de la Paz de El Ejido en la última década, atiende a IDEAL tras su reciente jubilación.

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–¿Cuántos años de su vida ha dedicado al sacerdocio?

–Han pasado 48 años desde que me ordené. Fue en octubre de 1975. Estuve 10 años en El Congo, luego cinco en Dalías, cinco más en laujar, 15 en Adra, otros tantos en Balanegra y 12 en El Ejido, en Loma de la Mezquita. En septiembre, me sustituirá Antonio Manzano.

–¿Dónde encontró la motivación para ser sacerdote?

–Por aquellos tiempos, eran cosas de niños. El ambiente religioso de la familia y del pueblo en sí ayudaba a ver el sacerdocio como algo bonito. Entonces ilusionaba y había más vocaciones. La vocación, no obstante, es un proceso. No dices un día 'sí' sino que es un proceso de formación y vocación constante.

–Sus primeros años de sacerdote se desarrollaron en El Congo. ¿Qué le llevó hasta allí?

–Al finalizar Teología, teníamos un año sabático para decidir si ordenarnos o no. Tenía a un compañero sacerdote que me animó a vivir la experiencia. Primero pasé un años y medio y, como me sentí realizado, regresé para quedarme 10 años más. Me tuve que volver por motivos de salud.

–¿Cómo era su día a día en aquel lugar?

–Allí se hacía de todo. Eras agricultor, maestro, cura y albañil. Yo recorría más de 20 pueblos haciendo la pastoral y ayudando también en lo material, en poner en marcha planes de agricultura o en construir escuelas. Allí las necesidades son distintas. No había nada, ni televisión ni radio ni luz, pero era feliz.

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–Toda una lección de vida.

–Totalmente. Aprendí a relativizar la sociedad de consumo, aprendí un estilo de vida, en lo bueno y en lo malo. Sin duda, aquellos años me marcaron posteriormente en la labor que continué ya aquí.

–¿Qué recuerdos conserva de su paso por Dalías, Laujar o Adra?

–Muchos y estoy muy contento porque soy bien recibido cuando regreso. No tengo queja de los 37 años que he vivido en estos pueblos. Conservo amigos y no sé muy bien por qué. Quizá porque es mejor caer en gracia que ser gracioso. Siempre he intentado, con mis fallos y mi aciertos, transmitir el mensaje de forma sencilla, sin grandes acontecimientos.

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–¿Cómo se plantea el resto de su vida tras la jubilación?

–Viviré en Dalías, allí tengo a una hermana, e intentaré ayudar en lo que pueda a los compañeros del Arciprestazgo Adra-Berja, peros sin obligaciones.

–¿Cómo ha cambiado el concepto que la sociedad tiene de la fe?

–El cambio ha sido grande en los últimos 30 años. Vivimos en una sociedad secularizada y lo religioso ha perdido mucha influencia en la vida de la gente. Esto hay que intentar asumirlo, evitar el derrotismo y buscar soluciones para encontrar en la fe un sentido a la vida.

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– Tras casi 50 años de experiencia, ¿qué soluciones plantearía?

–Hay que crear unos cauces que sirvan de acercamiento a través de una pastoral familiar y reestructurar la catequesis. El tema es complejo. La Iglesia tiene que ponerse las pilas con las redes sociales y usarlas para evangelizar. Se las debe tomar en serio porque crean opinión. Los medios de comunicación también deben ser un punto de apoyo.

–La vocación sacerdotal se ha reducido. ¿A qué lo atribuye?

- A la falta de un ambiente familiar cristiano y a la sociedad tan materialista y secular que vivimos. El sacerdote, gracias a Dios, también ha perdido la influencia y el poder de antes.

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–¿A qué está obligado a renunciar un sacerdote?

– No tener una familia cuesta y estar siempre en el punto de mira, hagas lo que hagas, también. Falta libertad, el ambiente coacciona, y en ocasiones se encuentran más críticas que apoyo en el ambiente. No está de moda ni ser sacerdote ni cristiano.

–¿Cómo ha vivido el escándalo de la pederastia en la Iglesia?

–La Iglesia tiene que estar muy pendiente de estos casos que han existido y que nadie puede aprobar. Hay que atajarlos y perseguirlos, pero no solo en la Iglesia sino en todos los sectores. Es un mal social que existe en todos los estamentos. Todos tenemos que dar ejemplo.

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–Si volviera a empezar, ¿volvería a elegir el mismo camino?

–Sí, ha merecido la pena. La mayor alegría es visitar las parroquias donde he estado y sentirme como en casa, a pesar de los años pasados. Eso me demuestra que he sembrado. Me llegan mensajes de agradecimiento de personas, matrimonios o familias con quienes he compartido risas y lágrimas.

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