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MARÍA TORRES
ADRA
Lunes, 13 de noviembre 2017, 16:36
allejón ha dado un paso más en su aventura editorial. Lleva por nombre Carta a Violeta, una obra que acredita que «otra forma de enseñar» es posible. Avalada por casi tres décadas de docencia, Callejón apela a recuperar la ilusión del alumnado a través de nuevas herramientas de aprendizaje. Insiste, además, en la importancia de remover la conciencia de las familias para conseguir una implicación real en la educación de sus hijos.
Gonzalo y Violeta son los principales protagonistas de un cuento que reivindica la implantación de comunidades de aprendizaje en el sistema educativo actual. «No supone un cambio radical, sólos nos obliga a adaptarnos a la sociedad actual», aclara. En Carta a Violeta, Ana María Callejón muestra los resultados de un nuevo método de enseñanza que ha vivido en primera persona, primero en el instituto Virgen del Mar de Adra y actualmente en el instituto Abdera de la misma localidad. «Los pilares de esta nueva forma de enseñanza son la inclusión, el diálogo, saber escuchar, trabajar en equipo e implicar a las familias en el proceso de aprendizaje», resume. Acostumbrada a hacer memorias periódicas de su trabajo, sólo tuvo que recopilar su experiencia para su publicación, de la mano del editor Pepe Criado.
Así nació Carta a Violeta, su segunda obra literaria. Inspirado en autores como Paulo Freire, Jürgen Habermas o Ramón Flecha, el método que Callejón propone establece crear grupos interactivos entre el alumnado, reforzar las clases con la participación de dos profesores, organizar tertulias con la comunidad educativa y hacerlo, además, de forma periódica. A pesar de su experiencia y veteranía en el ámbito de la enseñanza, Ana María Callejón -premio Meridiana a la Igualdad- apuesta por dar una vuelta de tuerca al sistema tradicional de enseñanza para renovar ilusiones.
Nos falta tiempo
Ana María Callejón considera que la falta de tiempo está detrás de muchos casos de fracaso escolar. Consciente del papel que ocupan las familias en el proceso de aprendizaje y ante un alumnado especialmente impaciente, reivindica la implicación de la comunidad educativa en general y de los padres en particular. «No es necesario tener una carrera universitaria para sentarte con tu hijo y motivarlo en su día a día», matiza. «Hay que ilusionar a nuestros jóvenes para que no vivan obligados; hacerles ver que no hay nada imposible, pero que todo cuesta trabajo; que la educación es el tesoro más grande que van a tener, con independencia de la profesión que elijan», afirma.
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