María se asoma al balcón de su casa, aferrada a su mascarilla y su anillo de la Virgen del Rocío. J. C. I.
María Villacreces | 14 días ingresada por covid

«Tenía mucho miedo a la intubación y a sus secuelas, a dormirme y no despertar»

María Villacreces pasó 14 días ingresada en planta por coronavirus y cuatro de ellos en la UCI: «Ha sido la peor experiencia que he vivido, con diferencia»

maría torres

ADRA

Domingo, 14 de febrero 2021

Está en casa y se encuentra «bien». Tiene 59 años y es madre de tres hijos. Se considera una mujer «muy precavida» y no sabe ... precisar dónde pudo contraer la covid-19, pero sí lo que vivió y sintió durante los días que pasó ingresada en el Hospital de Poniente, entre la Unidad de Cuidados Intensivos y las habitaciones 407 y 416 de la cuarta planta. Al otro lado del teléfono y apenas dos días después de haber recibido el alta hospitalaria, María Villacreces nos atiende en la cresta de una tercera ola que, el día de la entrevista, dejaba 766 fallecidos por coronavirus en España: 126 en Andalucía y 22 en Almería.

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–¿Cómo está?

–Estoy algo cansada, pero bien. Mis músculos están aún resentidos, después de las dos semanas de ingreso, pero no he perdido el olfato ni el gusto.

–¿Cuáles fueron los primeros síntomas que notó?

–Perdí el apetito, sólo quería estar tumbada y me faltaba vida. Cuando me dio fiebre por primera vez, acudí al centro de salud de Adra. Era domingo y ni me auscultaron; directamente me enviaron al punto 'autocovid' para hacerme la prueba al día siguiente. Pero el lunes empeoré y, antes de conocer los resultados, mi marido me llevó a Urgencias. Di positivo y me quedé ingresada. Mi marido, también positivo, ha pasado la enfermedad en casa y sin síntomas.

–¿Qué recuerda de su estancia en el hospital?

–Los dos primeros días los pasé en planta, aislada, y una enfermera envolvió en plástico mi móvil para hacer una videollamada a mi familia. Al tercero, de madrugada, me ahogaba. Me llevaron a UCI, a una sala que compartí con dos enfermos de covid más. Yo tenía mucho miedo a la intubación y a sus secuelas, a dormirme y no despertar. El personal sanitario me repetía una y otra vez que cerrase la boca y respirase por la nariz para facilitar el paso del oxígeno a los pulmones. Estuve dos noches sin dormir para no abrirla. A mi hija, que es enfermera en el Hospital de Poniente, la pude ver un par de veces a través del cristal. La peor experiencia que he vivido en toda mi vida, con diferencia.

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–¿Qué se le pasaba por la cabeza?

–Sufrí mucho por los míos, más que por mí misma. Yo me decía una y otra vez que esto no podía ganarme, que yo tenía que ser más fuerte, que no era mi momento. Esta enfermedad avanza o retrocede por horas. Y estás sola. Cuando me dijeron que regresaba a planta, sentí una alegría enorme, aunque no pudiera compartirlo con los míos.

–Durante los cuatro días que pasó en la UCI, ¿de qué fue testigo?

–Vi a mucha gente sufriendo, sin poder respirar, quejándose de tanto dolor. Algunos intubados, otros no. Estás rodeado de cables y ya ni notas los pinchazos. También vi a unos médicos y enfermeros volcados en cada paciente. Para arriba, para abajo, sin descanso, intentando ganar la batalla al virus. No paraban de entrar nuevos pacientes, muchos jóvenes. La enfermedad se ceba con ellos. Por momentos, el personal sanitario está desbordado y hay problemas de espacio.

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–¿Qué le aportó el personal que le atendió, al margen de la atención y del cuidado que precisó por la enfermedad?

–Mucho alivio. Sus mensajes de ánimo y de tranquilidad eran un consuelo. Te toman de la mano nada más entrar. Se desviven por ti y se alegran cuando ven a un paciente ganarle la batalla al virus. Yo no tengo palabras suficientes de agradecimiento para el hospital, empezando por Urgencias, pasando por la UCI y terminando por la cuarta planta del Hospital de Poniente.

–¿Cuándo recibió el alta?

–A las dos semanas de entrar por Urgencias. Me hicieron unas últimas pruebas de madrugada y al día siguiente salí por mi propio pie por el pasillo, acompañada por mi hijo y entre los aplausos de quienes tanto me habían cuidado. Me considero una mujer fuerte, pero también he tenido mucha suerte.

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–¿Qué lección extrae de lo vivido?

– Ahora veo la vida de otra manera. Yo nunca imaginé pasar por algo tan gordo como esto. Esto no es una tontería y no me cansaré de repetirlo. Hay que usar mascarilla, guardar las distancias y, si no se puede fumar por la calle, no se fuma. Esto tampoco nos puede encerrar en casa, pero hay que tomar consciencia de lo que está pasando. Una enfermedad te puede cambiar la vida para siempre.

–¿Ha pensado qué hará cuando decida salir de nuevo a la calle?

–La semana que viene saldré a dar un 'paseíto'. Tengo que cumplir muchas mandas porque mucha gente se ha preocupado por mí. Soy yo una mujer de fe e iré a iglesia. También iré al puerto, a respirar el aire de la mar, ese aire que me quiso quitar el 'bicho'. Volveré a pescar loritos en verano, que me encanta la pesca deportiva, y a rezar a mi Virgen del Rocío. En mi mano derecha, siempre llevé mi anillo con su imagen. Me lo escondí para que no me lo quitasen en el hospital y me dio fuerzas para continuar. Y, si pudiera, me pondría un EPI e iría al hospital a acompañar a todos esos enfermos que están solos, luchando contra el virus. Siento que he vuelto a nacer. Siento que he vuelto a nacer.

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