A Pedro Sarmiento, desde el afecto
Francisco José López Quintana Como director y en representación de toda la comunidad educativa del Instituto Gaviota de Adra
Laura Montalvo
Viernes, 6 de mayo 2016, 10:35
Realmente ha tenido que transcurrir cierto tiempo para poder tomar conciencia y asimilar que Pedro no se encuentra físicamente entre nosotros, a la vez que para poder escribir estas líneas que deseo sean muestra no solo de mi agradecimiento, sino también del de toda la comunidad educativa del Instituto Gaviota de Adra, donde fue profesor y secretario.
De Pedro Sarmiento aprendí grandes lecciones de amistad, nobleza, humanidad y generosidad que vi en su comportamiento diario. Porque Pedro no era únicamente el primer alcalde de Adra de la democracia o el primer parlamentario andaluz de nuestro municipio; Pedro era fundamentalmente el político que defendía sus ideas por encima de cualquier imposición, al mismo tiempo que mostraba una honradez que le impedía cualquier tipo de mezquindad o corrupción tan habituales en nuestros días. Ciertamente, cuando uno tenga que explicar a las generaciones venideras quién era Pedro Sarmiento, va a encontrarse con el difícil problema de definir una personalidad tan polifacética como la suya: profesor de vocación, maquetista experto, ciclista aficionado, lector apasionado del Quijote y de la Biblia, persona comprometida con los demás, político de ideas progresistas, orador brillante, vitalista convencido... Pero, hay gestos que hablan mejor que las palabras; ¿qué mejor forma de explicar quién era Pedro Sarmiento que decir que su féretro fue llevado a hombros hasta el cementerio y que los miembros del colectivo gitano que lo transportaban lo elevaron hacia el cielo cuando pasaron delante de su barriada mientras las banderas ondeaban a media asta?
Quienes lo honraban de esa manera supieron expresar mejor que nadie lo que sentíamos todos los que lo queríamos y, muy especialmente, sus amigos de 'La Retahíla'. Su mujer, Encarnita, y su hija, Conchi, deben saber por boca de los demás, de todos nosotros, que Pedro Sarmiento era mucho más que ese marido entregado y ese padre incondicional; deben saber que su comportamiento, sus palabras y su pensamiento nos acompañarán siempre como un ejemplo a seguir; deben saber, en definitiva, que no olvidaremos nunca esa forma suya de ser que podría resumirse con estos versos de Antonio Machado y que parecen haber salido de su misma boca:
«Creo en la libertad y en la esperanza, y en una fe que nace cuando se busca a Dios y no se le alcanza, y en el Dios que se lleva y que se hace».
Porque Pedro era también eso: libertad, esperanza y fe en la búsqueda de un Dios tan difícil de alcanzar. Toda una filosofía de vida.
Por otra parte, el Instituto Gaviota le debe a Pedro Sarmiento una dedicación que empezó cuando llegó a ese centro, que se acrecentó cuando ejerció de secretario y que continuó cuando, ya jubilado, prosiguió ininterrumpidamente participando en todo tipo de actividades culturales: conferencias, galas de fin de curso, programas radiofónicos y, especialmente, esa maqueta del instituto que es para nosotros una auténtica joya artística y que adorna el vestíbulo de nuestro centro académico. Realmente constituye un legado extraordinario del que nos enorgullecemos y al que dedicó casi dos años de esfuerzo y entusiasmo, con esa precisión minuciosa que caracteriza todas sus maquetas, pero en la que Pedro puso un cariño tan especial que podía apreciarse cuando, recién terminada, trataba de explicarnos cada uno de los detalles de la misma con esa satisfacción por el trabajo bien hecho y con esa pasión que él ponía por la perfección total. Y todo eso es lo que revelan estas palabras con las que rubricó la finalización de la maqueta:
«Con la fe y el sentimiento y el trabajo por receta, afirma Pedro Sarmiento que hizo esta maqueta, con el tiempo, el mar y el viento».
Al principio explicaba que costaba hacerse a la idea de que Pedro no estaba entre nosotros porque suele decirse que ciertos hombres y mujeres dejan un hueco irreemplazable cuando se marchan; sin embargo, cuando uno reflexiona detenidamente (y eso requiere tiempo) uno se da cuenta de que sólo las grandes personas como Pedro consiguen llenar de tal forma el corazón de quienes lo conocimos que, incluso, puede llegar a ser secundaria su existencia física cuando uno consigue sentir su presencia evocando sus gestos, su risa contagiosa, sus palabras envueltas en su voz grave y esa mirada tan efusiva y cálida que se quedaba clavada en lo más hondo del alma. Por todo ello, gracias, querido Pedro...
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