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MARÍA TORRES
Viernes, 6 de mayo 2016, 11:14
Una navaja, aguja e hilo bastan para remendar las incontables piezas que conforman una red de pesca. «Y un buen sombrero para cuando aprieta el sol», advierten los armadores. Actualmente, son ellos quienes han asumido la ardua tarea de reparar diariamente una de sus principales herramientas de trabajo. «Hoy ya sólo sabe remendar una red quien tiene barco, porque no le queda más remedio si quiere ahorrar gastos, y los que ya se han jubilado también y siempre echan una mano», afirma Salvador Domínguez, 'El Yayo', propietario de una embarcación dedicada a la pesca artesanal junto a sus dos hermanos, Gabriel y Juan, más conocidos como 'La Jurela' y 'El Rabanillo'.
Rafael Benavides, propietario de un barco de pesca de cerco, comenzó con 16 años a remendar las mallas pesqueras. Hoy, con más de 50 a sus espaldas, dedica las tardes y los fines de semana a tejer. «Yo aprendí a fuerza de porrazos, como todo, hasta que di con la tecla», comenta. «Requiere dedicación, tiempo y buen hacer», matiza mientras termina de reparar una malla. Tanto Salvador como Rafael reconocen que las nuevas generaciones no conocen este oficio. «Yo conozco a pocos jóvenes que sepan hacerlo, por no decir a ninguno», aseguran. «Cuando los que saben tejer una red ya no estén y los jóvenes no tengan ni idea, no habrá quien remiende una red en condiciones», auguran con cierta incertidumbre.
Cuestión de técnica
Aunque los más longevos afirman que «se aprende en dos días», reparar una avería sobre una malla de cinco kilómetros de longitud no es una tarea sencilla. La técnica varía, además, en función del tipo de pesca que se practique: cerco, trasmallo o arrastre. «Remendar en el arrastre es más fácil porque la malla es más gruesa, mientras que en la de cerco es más trabajoso porque es mucho más fina», explica Antonio Fernández, 'El Pechu', tras concluir la reparación de una red de trasmallo.
En la actualidad, no existe ninguna empresa en el municipio que preste este servicio a una flota que componen alrededor de 30 embarcaciones. Los que se dedican hoy a esta labor confiesan que no hay mejor marinero que uno mismo para asumir este oficio. «Tú conoces bien las trampas de las artes pesqueras y procuras hacerlo perfecto», argumenta Salvador. «Yo lo hago a mi gusto, a mi manera, para que quede curioso», apostilla Rafael.
En otras zonas del Mediterráneo, la mujer ha desempeñado tradicionalmente la función de reparar las redes. «En Adra esto no se ha dado nunca. Yo conocí a una mujer que lo hacía hace 50 años, pero era un caso excepcional porque es duro», recuerda José Gómez, un armador que ha vivido más de 40 años ligado a la mar, su «segunda esposa». «Remendar es algo bonito», añade. «Aprendí sólo, de chico, y he enseñado a mucha gente a hacerlo», afirma con cierta nostalgia. «Tejer es sencillo, es sólo cuestión de ponerse», apunta Francisco Valverde, otro jubilado que también es considerado en el pueblo uno de los maestros en la tarea de remendar.
Son casi las ocho de la tarde y empieza a refrescar en el muelle del puerto de Adra. «Es hora de irse a descansar; a las cuatro de la madrugada volvemos al muelle para salir a faenar», concluyen los armadores abderitanos que aún mantienen viva esta tradición.
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