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«Enseñé a leer y a escribir con canciones y, a veces, con algún que otro coscorrón»

 Gracia Romero, maestra centenaria

María Torres

Viernes, 6 de mayo 2016, 11:25

Acaba de cumplir un siglo de vida y mantiene una lucidez asombrosa. Doña Gracia, como la conocen en Adra, nos abre las puertas de su casa para charlar de la vida, del inexorable paso del tiempo, de aquella enseñanza que ejerció durante más de cinco décadas, de lo propio y también de lo ajeno. Contesta y pregunta, pregunto y contesto. Poco más de 11.000 personas superan la barrera de los 100 años en España y esta abderitana es una de ellas.

  ? ¿Cómo ha celebrado su cumpleaños? ?Lo he celebrado con mi familia, con mis cuatro hijos, mis 12 nietos y mis 12 bisnietos. El mayor de mis nietos tiene 47 años y el menor 22, para que te hagas una idea. No he querido homenajes, pero me siento muy querida en Adra porque conozco a casi todo el pueblo. Treinta años en la escuela dan para conocer a muchos niños y también para dar muchos coscorrones (risas). - Su etapa como docente comenzó con apenas 18 años en Instinción y, entre 1933 y 1982, ejerció en Adra. ¿Cómo enseñaba doña Gracia? - Enseñé a leer y a escribir con canciones y, a veces, con algún que otro coscorrón para que me obedecieran. En Geografía se cantaban los ríos, los cabos...se aprendía jugando. También insistía mucho en la escritura y mandaba escribir 100 veces la palabra correcta si se repetía el mismo error. Las redacciones de tema libre o los dictados eran algo muy habitual en mis clases. La Lengua y las Matemáticas eran la base de la enseñanza y no había tantas asignaturas como ahora. - Impartió clase en Adra durante la Guerra Civil. ¿Qué recuerdos conserva de aquellos años? - Desde la escuela veíamos a los militares hacer la instrucción cerca del Puerto y algunos venían a pedirnos agua. En aquella época vivíamos refugiados en una antigua fábrica de alcohol que tenían mis padres, pero las clases eran igual. Los niños por un lado y las niñas por otro.  Íbamos a la escuela de nueve de la mañana a doce del mediodía y de tres de la tarde a cinco. - Madre de cinco hijos y además maestra. ¿Cómo lo hacía para compaginar su trabajo con su vida familiar? - Siempre he tenido buenas muchachas que me han ayudado en casa y, en cuanto podía, me llevaba a mis hijos a la escuela conmigo. Mi marido, que murió hace 30 años, era jefe de Correos y podía estar pendiente de ellos a ratos. De todos modos, mis hijos han sido buenos y han dado poca guerra. - ¿Ha sido maestra por vocación? - No estrictamente. Fui la mayor de tres hermanas y la única que estudié. Aprobé las oposiciones y me dediqué a enseñar. ¡Y eso que un maestro tenía menos categoría que el que no tenía nada en aquellos tiempos! Aún así, he vivido muy a gusto con mis niños y mis compañeros.  Me jubilé hace 40 años y no me gustó. - ¿Cómo es su día a día ahora? - Me levanto a las diez de la mañana y camino con mi andador por casa. En verano, lo hago por el paseo marítimo de La Caracola. Veo la tele y descanso. A veces también atiendo las visitas que recibo de las pocas amigas íntimas  que quedan y hablo con mis hijos y mis nietos por teléfono. - Es usted una defensora a ultranza de Adra. Me cuentan que nunca quiso dejar su tierra natal. ¿Por qué? - Aquí tenía a mi madre y a mis hermanas y mis hijos se fueron pronto a estudiar fuera. Aquí me lo he pasado muy bien y he disfrutado mucho de las fiestas con mi marido. Recuerdo que volvía de Dalías con el traje de fiesta y me colocaba el vestido para irme directamente a la escuela. Adra me da calidad de vida, aquí nací y aquí moriré. - Con 100 años y 10 días ya cumplidos, ¿cómo cree que le ha tratado la vida? - Muy bien, estoy muy contenta. Apenas tengo un dolorcillo en la rodilla y no tengo ninguna ?arruguica? (risas). ¡Mira qué bien estoy! Y si puedo vivir más, mejor. - ¿Y me puede confesar el secreto para llegar así a su edad? - ¿Secretos? Ninguno. Duermo bien, descanso y como pescado a diario. Lo importante es pasarlo bien, divertirse, aunque siempre con orden. Al final, eso es lo que te queda en la vida.

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