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María Torres
Viernes, 6 de mayo 2016, 11:36
Su hijo mayor, José, señala lo difícil que es para él resumir en unas líneas quién fue su padre «porque el dolor y la tristeza por su pérdida son aún demasiado recientes», pero explica bien la dualidad que siempre vivió su familia: «Para sus vecinos de Berja, era don José Caba, un médico rural, 'de pueblo', como siempre le gustaba decir, que acabó convirtiéndose en una institución en el Poniente almeriense. Para nosotros, sus siete hijos, era 'el jefe', un hombre familiar y cercano que trató de transmitir a los que le rodeábamos los valores que siempre le caracterizaron». Entre esos valores, la honestidad y generosidad que siempre llevó por bandera. «Hoy más que nunca», rememora José Caba hijo, «recuerdo aquella frase que nos repetía una y otra vez desde niños a mí y a mis hermanos: El dinero no lo es todo en la vida. Cuando te vuelves materialista, pierdes todos los valores como persona». Él nos demostró, con su ejemplo, que nunca lo fue. Eligió Berja para hacer unas prácticas cuando terminaba Medicina y no tardó en darse cuenta que allí era necesario un médico como él. Era una época complicada, clasista, en la que no todo el mundo podría permitirse ir al médico y donde muchos niños morían solo por la falta de higiene en las consultas. Allí, mi padre abrió la primera clínica rural que se creó desde Torrecárdenas hasta Motril. Aunque su especialidad era Ginecología y Obstetricia, atendió a todo el que cruzaba la puerta de su consulta, fuese cual fuese su dolencia o el peso de su cartera, con ese ojo clínico que siempre le caracterizó».
Tanto José como su hermano Antonio siguieron los pasos de José Caba padre y ambos se convirtieron también en médicos. José señala que su padre siempre les dijo que había que buscar el porqué del porqué y que lo importante era razonar para no convertirse en un 'médico de bolígrafo' «que solo sabe firmar recetas». «Él nunca lo fue. Su forma de entender la medicina era el humanismo, estar siempre cerca de las personas y ayudar al prójimo, antes incluso que a uno mismo. Por eso no tuvo nunca vacaciones y no lo vi dudar, ni una sola vez, cuando lo llamaban para una urgencia o para atender un parto, porque él vio nacer a generaciones y generaciones de virgitanos. Esa fue otra de las lecciones que nos dio en vida: responsabilidad y sacrificio». José recuerda también el orgullo que suponía para él y para sus hermanos ?y con el tiempo también para sus 17 nietos-, caminar de niño junto a su padre, 'el jefe', por las calles de Berja, donde, más allá de una institución, «siempre fue un hombre campechano, un socialista comprometido con sus ideas que prefería las personas al dinero».
Un hombre generoso Víctor, el tercero de los siete hijos de don José Caba, habla de su padre como «un hombre disciplinado y riguroso con sus hijos, trabajador infatigable, que nos inculcó siempre la necesidad de emplearse a fondo en el trabajo, tratar de ser honrados con uno mismo, complicidad y respeto a los demás». «Fue un enamorado de su profesión, inteligente y valiente y se atrevió con casi todo en aquella España rural del mediados del siglo XX carente de medios. Le faltaban horas al día para seguir trabajando y yo me preguntaba cómo era posible pasar noches enteras sin dormir asistiendo partos, urgencias y todo tipo de dolencias a horas intempestivas sin queja de su parte y pasar consulta al día siguiente como si nada».
«Mi padre no sabía de clases sociales, atendía por igual al pobre que al rico y no cobraba a quien no tenía dinero. Cuando llegaba el día de San José recuerdo la romería de gentes sencillas del pueblo de Berja llevando a casa chotos, corderos, gallinas, huevos, frutas y verduras frescas, en expresión de agradecimiento infinito, especialmente de los mas necesitados y menos pudientes», explica.
Con motivo de su fallecimiento, su familia ha ido sumando anécdotas contadas, en muchos casos, por sus protagonistas. «Anécdotas que dicen mucho de la calidad humana de mi padre, como la de aquella señora que tras ser asistida en un cortijo sin luz eléctrica y preguntar cuanto le debía por la asistencia recibida le dijo: "¿cómo te voy a cobrar si no tienes dinero ni para pagar la luz?». Con sus virtudes y defectos nos ha dejado una mochila llena de ejemplos de cómo se debe ir por este mundo con el trabajo, la rectitud y honradez por bandera», relata Víctor. María Angustias, la cuarta de los siete hijos que tuvo el doctor José Caba con María Angustias Villarejo, se refiere, como el resto de sus hermanos, a «lo ejemplar» que fue su padre. «Su trabajo, su sacrificio, su bondad, su rectitud y su dedicación han servido a todos como faro que iluminaba el camino a seguir. Fue una buena persona y un buen médico hecho a sí mismo». Mari Paz, la segunda de las hijas de don José Caba, reconoce sentir «un vacío tremendo por la huella que mi padre nos ha dejado y de la que tan orgullosa me siento. Siempre le notaré muy cerca de mí, como una parte más de mi ser. En el cielo ya disfrutan de su bondad, humanidad y gran hacer, mientras que aquí le echaremos muchísimo de menos. Fue un héroe para mí, un gran ejemplo a seguir. No solo me dio la vida, sino que me enseñó también a vivirla, a saber qué es bueno y qué es malo y cómo lograr ser feliz». Para Fernando, otro de los hermanos, la ausencia de su padre será, como para el resto, insustituible: «Mis recuerdos siempre van a estar unidos a él, porque más que la figura pública de médico que todos conocían, lo que nosotros veíamos, lo que teníamos en casa, era un hombre bueno en el más amplio sentido de la palabra, honesto, recto y cariñoso como se permitían serlo los hombres de su generación. Ha sido el mejor ejemplo para todos nosotros y también para sus hijos y para sus nietos, que tanto le van a echar de menos». En idénticos términos se refiere otro de los hermanos, Jesús, el menor de todos, que resume la figura de don José como «su amor fue la familia; su pasión, el trabajo; su divisa, el deber y el sacrificio hacia los demás; su lema fue siempre la verdad y la honestidad,...valores que nos ha enseñado a nosotros a lo largo de su vida, vida que nos servirá de ejemplo a toda su familia».
Sus nietos Una familia extensa, porque junto a sus siete hijos, don José Caba también vivió la infancia y, en muchos casos, adolescencia y juventud de sus 17 nietos. Una de ellos, Mari Ángeles, señala que siempre supieron que su abuelo «era alguien especial"» y que, al principio, no entendían por qué personas desconocidas les mostraban cierto cariño cuando sabían que eran nietos de don José, el médico. «Al paso de los años logramos entender que había sido una persona que se había construido a sí misma; de la nada lo hizo todo». «En primer lugar, se tuvo que ganar la confianza del pueblo de Berja, pues no era de extrañar que un médico tan joven y sin ser del pueblo, tuviese que demostrar que valía para la difícil tarea que desempeñaba. ¡Y tanto que lo hizo! Su carisma, sinceridad y, sobre todo, gran humanidad, fue lo que le permitió triunfar. Siempre nos han contado historias de las numerosas obras de caridad que hizo y todo porque le importaba más salvar vidas que la compensación económica. Si una persona se tenía que operar y decía 'no tengo para pagarle', él contestaba: «¿Te he preguntado yo por el dinero?». Su nieta habla también de la sinceridad de su abuelo «que nos decía todo lo que pensaba, nos regañaba si no hacíamos lo que debíamos, pero en el fondo nos quería muchísimo, al igual que nosotros a él. Era sorprendente su capacidad analítica y crítica, se podía aprender mucho de él».
José Caba hijo recuerda también que su padre «tenía en el campo su refugio, entre olivos, un lugar de reflexión, de lectura y de estudio, porque jamás dejó de aprender. En el mar, con la pesca, que era su mayor afición, encontraba la paz». Y será precisamente ahí, en Balanegra, donde la familia depositará sus cenizas «porque su recuerdo, como seguro que para muchos de los virgitanos que trajo al mundo, siempre estará vivo entre nosotros». O, como señala su nieta Mari Ángeles: «Podemos estar orgullosos, tanto nuestra familia como todas las personas que le conocieron, de haber tenido el placer de estar con una persona que vino al mundo para ayudar. Y, por ello, la tristeza es aún mayor, porque ¡se nos ha ido una estrella! ¡estés donde estés, abuelo, siempre brillarás!».
Descanse en paz, don José Caba. Descansa en paz, papá.
* Artículo escrito por su esposa, María Angustias; sus hijos, José, Antonio, Víctor, María Angustias, María de la Paz, Fernando y Jesús; sus hijos políticos, Inmaculada, Mari Ángeles, Pilar, Juan, Jesús, María del Mar, Esther y todos sus nietos.
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