El poder de la risa al final del camino
En el Centro de Día de Berja suena Antonio Molina casi a diario. También Manolo Escobar e Isabel Pantoja. Sus canciones sirven hoy para curar el alma de quienes ya están de vuelta de todo, agobiados por los 'achaques' propios de su edad y a la espera de un final que intuyen próximo. Sin embargo, se resisten a dejar de vivir en vida y lo consiguen riendo. Los profesionales lo llaman risoterapia, pero no es más que hacer reír a personas que ya sólo piden respeto y algo de cariño. En centros de mayores como el de Berja, la risa y la música se sirven en su justa medida. Como si se tratara de un medicamento, la dosis es importante y su poder curativo, asombroso. Despiertan sentimientos que quedaron enterrados bajo las obligaciones y la responsabilidad de toda una vida de trabajo. «Somos testigos a diario del efecto de determinadas canciones en su estado de salud. Personas con una demencia importante se remontan a otros tiempos y a algunos, indiferentes a todo por su enfermedad, hasta se le saltan las lágrimas», explica María de Ambrox, responsable del Centro de Día de Berja que gestiona la Federación Almeriense de Asociaciones de Personas con Discapacidad, FAAM. Aquí también se trabaja la autoestima y la importancia de quererse. Celebrar cumpleaños, visitar al Cristo de la Luz de Dalías o ser testigo de la tradicional bajada y subida de la Virgen de Gádor forman parte también del tratamiento que reciben.
María Torres
Viernes, 6 de mayo 2016, 11:16
La jornada empieza a las nueve de la mañana y hay tiempo para todo. Los usuarios de este centro realizan fichas para distinguir colores, formas y números. Ejercicios diseñados para ejercitar una memoria que se ha vuelto perezosa. Es importante recordar algunas cosas rutinarias que cayeron en el olvido y para eso se inventaron los denominados 'talleres de entrenamiento de la actividad diaria'. «Hay que reeducar en todos los sentidos. Algo tan simple como lavarse los dientes o ponerse un pantalón puede suponer un mundo para ellos», reconoce la directora del centro. El cuerpo, por su parte, se mantiene despierto a través de la gimnasia y de las sesiones de fisioterapia que correspondan en función de cada caso. «A veces la terapia se interrumpe porque simplemente necesitan hablar y eso puede resultar tan enriquecedor como la actividad en sí», apostilla María. Especialmente rigurosos son los profesionales que los atienden en el control de la medicación y en la alimentación que reciben. A las cinco de la tarde, vuelta a casa, a su hogar.
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Plazas libres Una docena de personas acude diariamente al Centro de Día de Berja. Todos tienen más de 65 años y un grado de dependencia «moderado o severo». La mayoría padece alzheimer y en estas dependencias recibe el trato que necesitan para mejorar cada día su calidad de vida. Pese a todo, hay ocho plazas vacantes. La dirección del centro ha iniciado una campaña de promoción por la Alpujarra que comenzó a finales de noviembre en Alcolea y que continuará por otros municipios de la zona. «Con estas charlas intentamos acercarnos a nuestros mayores y a sus cuidadores, pero lo más importante es que vengan, que toquen a la puerta y vean cómo funciona el centro desde dentro y lo que aporta a las personas», anima su responsable. No es necesario avisar. «La esencia de este centro no se pueden plasmar en un papel», justifica.
Atención psicológica gratuita Hacer frente a una situación de dependencia no es fácil. Aceptarla, tampoco. Desde el Centro de Día de Berja se ofrece atención psicológica gratuita a cualquier persona que tenga a su cargo a una persona mayor, sea o no usuario de las instalaciones. Siete personas se benefician de esta iniciativa que funciona desde el pasado mes de agosto.
Alertados por las llamadas telefónicas que recibían y preocupados por las dudas que se planteaban, los profesionales de este centro decidieron poner en marcha este nuevo servicio. «Tener a un familiar en una situación de dependencia hace que muchas personas dejen de cuidarse, se olviden de ellas mismas y de que es necesario cuidarnos para poder ayudar», apuntan desde el centro. En este servicio se les explica en qué consiste la patología de su familiar, cómo enfrentarse a ella y dónde encontrar ayuda. «Hay familias desbordadas con la situación porque son incapaces de compaginarlo con su trabajo. Aquí se les asesora para descongestionar esa carga», añaden. Para combatir el «pudor» que en ocasiones genera cuidar de una persona dependiente, el centro reparte cuestionarios en sus charlas para concertar una visita.
Los centros de día, además se mejorar la calidad de vida de los usuarios, sirven de respiro familiar. «Nuestros mayores sólo necesitan cariño y respeto, a veces simplemente compañía. Es importante que estén tranquilos y se sientan seguros», destacan.
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Una sensibilidad especial Detrás de cada uno de los talleres que se imparten en el Centro de Día de Berja hay un equipo humano compuesto por diez personas. «Es un equipo perfecto, respetuoso, coordinado. Todos vamos a una. Compartimos penas y alegrías y somos atentos y respetuosos con nuestros usuarios», asegura su responsable, María de Ambrox. Aunque su trabajo requiere de una «sensibilidad especial», asevera que la satisfacción personal que obtiene a cambio es incalculable. Consciente del trabajo que desempeña, esta daliense reivindica una atención digna para las personas mayores. «Nuestros mayores son los mejores libros abiertos que tenemos y con 80 años debemos tener derecho a todo. Estamos obligados a cuidarlos y a intentar mejorar su calidad de vida», afirma con rotundidad.
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