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María Torres
Viernes, 6 de mayo 2016, 11:54
El impacto Aunque la alegría se desbordó el pasado 22 de diciembre, el impacto real llegó pocos días después, cuando Loterías y Apuestas del Estado hizo efectivo el ingreso en las cuentas bancarias de los afortunados. «Me lo ingresaron el día 4. Fue impactante porque pasé de tener una cuenta casi en números rojos a ver muchos ceros», explica Carmen, una vecina de Alcolea que recibió a través de Whatsapp la sorprendente noticia. «Iba con mi marido en el coche a recoger a mi hija, fantaseando precisamente sobre lo que haríamos si nos tocase la lotería, cuando cantaron el número», recuerda. «Son cosas que piensas que nunca te pueden pasar, pero ocurren y es alucinante porque todo toma otro color». Pese a todo, Carmen ha celebrado la Navidad como siempre, sin ostentaciones y en familia. «Sólo he renovado el coche, algo que ya tenía previsto, pero me he comprado uno mejor. Por lo demás, seguimos trabajando y la vida sigue igual», ha confesado a IDEAL.
El premio es para Carmen un «respiro» de cara al futuro. También lo es para María, otra alcoleana a la que la suerte le ha sonreído con 400.000 euros. «Te cambia la vida y la perspectiva que tienes de ella sobre todo porque duermes más tranquila. Has asegurado el futuro de tus hijos y ya no vives angustiada al plantearte cómo financiar sus estudios, sus idiomas o un máster», justifica.
A Ana, vecina de Laujar, el Gordo le ha llegado como 'caído del cielo'. Su hijo se casa este año y los nervios propios de un acontecimiento familiar de este calibre ya no son de tipo económico. Ella ha acudido recientemente a cambiar los neumáticos de su coche y «de paso» ha adquirido un vehículo nuevo. Su madre, una laujareña de 83 años, también llevaba un décimo del 79.140. «Está loca de contenta. Esta Navidad ha regalado a cada uno de sus nietos un sobre con 1.000 euros cada uno y nos invitó a toda la familia a comer en un restaurante», apunta emocionada.
Otros problemas El último sorteo del Gordo de Navidad ha 'desestabilizado' la vida de algunos indecisos. No saben qué hacer con tanto dinero. Paco, un vecino de Fondón, ha regalado un coche a cada uno de sus hijos y está sopesando comprar una vivienda en Almería. «Estoy buscando la mejor fórmula para aprovecharlo», reconoce. Andrés, por su parte, baraja la posibilidad de comprar terrenos. «Aunque la lotería te soluciona la vida, también te genera quebraderos de cabeza porque eres consciente de que no puedes volverte loco y no quieres equivocarte», apunta con cierto temor. «No es oro todo lo que reluce», concluye.
Mientras los adultos despiertan, los alumnos del instituto que trasladaron la suerte a la Alpujarra siguen organizando su viaje de fin de estudios, el punto de partida de una lluvia de millones que nunca imaginaron vivir. Repartieron más de 300 entre sus familiares más cercanos, amigos y conocidos. «Bendito compromiso el que me generó mi sobrina», se alegraba emocionada una de las afortunadas. Los estudiantes vendieron casi 800 décimos del número premiado, pero no se desprendieron de su ilusión que permanece intacta. Cuentan los días. Italia les espera.
Anécdotas
El Gordo de Navidad ha dejado en la Alpujarra una lluvia de millones y de anécdotas. La alegría de los afortunados convive casi bajo el mismo techo con la rabia de quienes no compraron el 79.140 e, incluso, de quienes lo rechazaron. Es el caso del gerente de la cerveza artesanal La Cala que, a pesar de la decepción inicial, celebró como uno más el premio con sus vecinos. «No compro lotería. Espero que al menos la gente beba más cerveza», dijo resignado.
El sorteo del pasado 22 de diciembre deja también historias rocambolescas. Una panadero de Alcolea que se prestó a vender algunos décimos para ayudar en la venta a su hija, estudiante del instituto de enseñanza secundaria Emilio Manzano, ha perdido clientes de toda la vida. «Están molestos porque no les ofreció a ellos el número», comenta un conocido. Llamativo también es el caso de un hombre que tuvo el Gordo en su mano, pero no pudo adquirirlo «porque la niña no llevaba dinero para darle la vuelta y después se le pasó» o el de un maestro de la Escuela de Adultos que gastó casi 60 euros en mantecados para colaborar con el viaje de fin de estudios del instituto laujareño, pero que no compró ningún décimo de lotería «porque ya era demasiado». Son las anécdotas que deja tras de sí una experiencia que este pequeño rincón de la Alpujarra de Almería nunca olvidará.
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