Daniel juega la Champions en Adra

Apenas quedaban tres minutos para pitar el final del partido cuando Daniel fue designado por sus compañeros para hacerse cargo de un penalti, el último del encuentro y el primero de su vida. Tiene 16 años, convive con la parte derecha de su cuerpo inmóvil y con inesperados ataques epilépticos. Su día a día no es fácil, pero el pasado 1 de mayo saboreó la gloria gracias al fútbol. Debutó en su Champions League particular y venció. Un repentino desprendimiento de placenta le dejó sin oxígeno al nacer y, desde entonces, Daniel se enfrenta a la vida al ritmo que le marca su continua cojera. Poco después le diagnosticaron esclerosis tuberosa, una enfermedad rara que le obliga a medicarse diariamente y a mantener bajo estricto control sus hábitos de vida y hasta sus sentimientos. «Si se excita demasiado, corre el riesgo de padecer un nuevo ataque epiléptico», matiza su padre, José Aguilar. Las alarmas saltaron el pasado mes de noviembre en el colegio. Dani no era feliz y manifestó su intención de poner punto final a sus 16 primaveras. Preocupados, pese a suponer un 'arma' de doble filo, sus padres recurrieron al fútbol como tratamiento preventivo a esas ganas de dejar de vivir. Dani comenzó sus entrenamientos en uno de los equipos para cadetes del Adra Milenaria. Puntual a su cita, este joven -forofo del Real Madrid- ha entrenado como uno más tres veces a la semana. Ha vuelto a sonreír.

María Torres

Miércoles, 11 de mayo 2016, 19:18

Y así llegó el gran día, el último partido de liga. Por petición expresa de su padre y gracias a la implicación de los entrenadores del equipo en sus distintas categorías, Dani saltó al terreno de juego por primera vez. Los cadetes del Adra Milenaria se enfrentaban al Pavía de Almería en la capital. Lució durante 20 minutos el brazalete del capitán y marcó un gol de penalti que dedicó emocionado a Jimena, su hermana pequeña. «Sería muy fuerte decir que el fútbol le ha salvado la vida a mi hijo, pero sí puedo decir que se la ha cambiado, eso es indiscutible», asevera su padre. « Fue su primer y último partido, pero para él fue una final de Champions», apostilla José, agradecido por el comportamiento ejemplar de sus compañeros, del equipo contrario y del público. Todos, sin excepción, despidieron a Dani con una ovación «apoteósica» que forma parte ya del álbum de recuerdos de su vida.

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El último partido

El partido que enfrentó al Adra Milenaria y el Pavía de Almería rescató la esencia del fútbol. Pese a su inseparable cojera, los entrenadores del equipo abderitano le entregaron a Daniel el brazalete de capitán. Sus compañeros de equipo, con los que compartió vestuario, le ataron las botas y le ayudaron a ducharse tras el encuentro. Todos, incluidos los jugadores del equipo contrario, mantearon a Daniel en su primer partido.

Ayer este joven abderitano saltó de nuevo al terreno de juego en Roquetas para realizar el saque de honor en un encuentro decisivo para el Adra Milenaria. Puede que sea la última vez que lo haga. Cumplidos los 16 años, no puede repetir en la categoría de cadete y el pase a juveniles no es habitual en este tipo de casos. «Aún tenemos la esperanza de que Dani pueda seguir jugando en septiembre en el club de su vida», ha declarado a IDEAL su padre, José Aguilar.

Aferrados al fútbol como la mejor terapia que hasta la fecha ha recibido Daniel, su padre reivindica la existencia de una «liga paralela» para niños con discapacidad. «He buscado clubes o asociaciones que permitan competir a nuestros hijos, pero en Almería no he encontrado nada», lamenta. Tal es la motivación que Daniel encuentra en el fútbol, que las últimas vacaciones de la familia giraron alrededor del campus de verano que organiza el Real Madrid.

Limitaciones

Las complicaciones surgidas durante el parto provocaron en Daniel un retraso intelectual significativo y una parálisis en la parte derecha de su cuerpo. A los seis años le diagnosticaron esclerosis tuberosa y le vigilan muy de cerca la evolución de dos tumores que presenta en la cabeza. Aunque cojea y pierde estabilidad, realiza ejercicio físico con moderación. Nunca juega más de 20 minutos para evitar un posible ataque epiléptico y siempre camina de la mano de sus padres. Asiste diariamente a un colegio concertado de Berja, a pesar de sus limitaciones, y pelea cada día por ser uno más. También lo hacen sus padres, José y María Jesús, volcados íntegramente en dar a su hijo la mejor calidad de vida. Poco se sabe de la esclerosis tuberosa, una enfermedad que se transmite por mutación o por causas genéticas. Afecta a menos de una persona de entre 100.000 al año.

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