Borrar
«Si volviera a nacer, volvería a elegir ser maestro»

«Si volviera a nacer, volvería a elegir ser maestro»

El colegio Abdera de Adra se despide este año de cuatro de sus educadores, entre ellos, del que ha sido su director durante las tres últimas décadas

maría torres

ADRA

Sábado, 14 de agosto 2021, 21:51

Logró su primer destino en la localidad granadina de La Peza, de apenas un millar de habitantes, cuando apenas tenía 24 años. Natural de Turón, llegó cargado de ilusión, vocación y muchas ganas de enseñar. Sus alumnos de entonces lo llamaban don José. Hoy, tras más de cuatro décadas dedicado a la docencia y a las puertas de la jubilación, es Pepe. José Espejo, director del colegio público Abdera de Adra durante el último cuarto de siglo, se despide de la enseñanza. También lo hacen este año tres compañeros más del mismo centro. Ya no habrá más finales de curso. Comienza una nueva etapa.

Aunque jubilación es sinónimo de júbilo, de alegría, no siempre es así. José Espejo dirá adiós al colegio que ha sido su casa durante 30 años el 3 de septiembre. A falta de escasos días para la jubilación oficial, en su cabeza se solapan momentos, sensaciones y personas. Algunas ya no están, como Pedro Sarmiento -«un gran amigo y un gran apoyo»- y no puede evitar emocionarse. «Me llevo muchos recuerdos de mis alumnos y también el cariño, el respeto y la sencillez de las personas con las que he tratado a lo largo de estos años, tanto padres como alumnos», asegura. «Dejo una familia muy grande», reconoce.

Director de un colegio al que regularmente acuden poco más de 200 niños, el trato cercano ha sido y es casi una constante en su forma de entender la educación. La pandemia le robó los abrazos, pero no pudo arrebatarle la afinidad con su alumnado. «Es importante que tus alumnos confíen en ti y que te vuelques con ellos. Sólo de esta forma les podrás exigir y sólo así te harán caso», confiesa. Fiel defensor de la parte más humana y vocacional de la profesión, lanza un mensaje a los docentes más jóvenes: «Los maestros estamos preparados para enseñar, quizá antes se confiaba más en el criterio del maestro, pero tenemos que querer a nuestros alumnos, sin mirar el reloj. Yo he exigido bastante, pero he mantenido siempre un trato cordial».

Tras toda una vida dedicada a la docencia, toca descansar: «Me voy a dedicar más tiempo a mi y a mi familia, tiempo que me ha robado llevar la dirección del centro durante tantos años». No tiene grandes planes, tan sólo desconectar entre almendros, olivos y naranjos y cuidar de «mi pequeño invernadero. «Me gusta ver cómo crecen las plantas», apunta. Padre de dos hijos, tendrá tiempo para pasear, leer un libro, disfrutar una película o para descansar, pero «parado nunca». «Me voy muy feliz. Si volviera a nacer, volvería a ser maestro».

El respeto, de excesivo a deficiente

El 3 de septiembre también está marcado en rojo para dos maestros más del colegio Abdera de Adra, Miguel Sánchez y Basilio Moreno. El primero, natural de Motril, encontró en Salobreña su primer destino y en 1987 comenzó a formar parte de esa «gran familia» que forma el colegio público Abdera. Es, de hecho, «el maestro más antiguo del centro» y estuvo al frente del mismo durante sus primeros años.

Miguel Sánchez fue un precursor de distintas actividades extraescolares enfocadas a reforzar la convivencia entre el alumnado, poco habituales en aquellos tiempos, especialmente concebidas para la integración de la población inmigrante y de etnia gitana. «Con el tiempo, el maestro se ha bajado de la tarima para ser más cercano con la comunidad educativa en general y hemos puesto los pies en la tierra», admite en base a su experiencia. «Sin embargo, el nivel de respeto antes era excesivo y ahora es deficiente y hoy valora mejor al que hace bien el papeleo burocrático que al que hace bien su trabajo», lamenta. A su juicio, el secreto para conseguir una enseñanza de calidad está «en ganarse a los alumnos». «No es una profesión fácil y, aunque la experiencia tiene valor, la pasión está por encima. Es la clave para ganarte el respeto del alumno y el de su familia», añade.

A las puertas de su jubilación, sabe que echará de menos estar con niños: «Te dan la vida, te activan. No me jubilo con ganas de hacerlo, pero intentaré tener otras actividades para seguir disfrutando de la vida».

Formar a buenas personas

La despedida de las aulas también está cerca para Basilio Moreno, granadino de nacimiento y abderitano de corazón. Con veintipocos años inició su carrera en Nevada y al colegio Abdera llegó en el año 1991. Ha llovido mucho desde entonces, pero «la esencia no cambia». «El balance es positivo. La enseñanza es vocacional y para mí ir al trabajo cada día es disfrutar. He sido muy exigente conmigo mismo y muy riguroso, pero me quedo con la satisfacción de haber transmitido conocimientos y saberes a mis alumnos y, lo más importante, de haber contribuido a formar a buenas personas», argumenta con sensatez y sentido común. «Al fin y al cabo somos educadores, una prolongación de las familias, y hay que querer a los alumnos como si fueran nuestros propios hijos», asevera.

Basilio se despedirá el 3 de septiembre de la que ha sido su profesión durante 36 años para dejar paso a los compañeros más jóvenes. «No soy quién para dar consejos, pero les diría que nunca pierdan los valores. La enseñanza es la base de la sociedad», apostilla. Ante este nuevo ciclo vital, él promete que buscará «otras ocupaciones», pero que siempre quedará a disposición del que ha sido su colegio «para seguir colaborando». En cualquier caso, su legado -el suyo y el de los demás compañeros- permanece en decenas de generaciones.

El sonido del timbre

Dolores Doñas sí sabe ya lo que es la jubilación. Tras casi cuatro décadas dedicadas a la docencia, el pasado enero inició una nueva etapa. «Tuve mis dudas, no tenía ganas de jubilarme», reconoce con sinceridad.

Comenzó su andadura profesional en Dalías y, en el año 1983, llegó al colegio público Abdera de su Adra natal. Confiesa que se aburrió del «papeleo» que se le exige hoy a los docentes, pero que le apasionaba la enseñanza. «Me quedo con la ilusión de mis alumnos, con la satisfacción de haber enseñado algo al alumno que más trabajo le costaba aprender y con el trato cercano con las familias», afirma. «Yo era de llamar con mi teléfono particular a los padres para informales de algo irregular, también cuando las cosas iban bien, daba igual que fuera sábado o domingo», añade.

La jubilación le ha transmitido la calma que nunca antes pudo tener: «Siempre he ido muy estresada y ahora ando mucho, voy a clases de baile, leo, veo películas y paseo todos los días a mi perro». Al igual que sus compañeros, también se ha sentido muy respetada. «En una clase, tiene que haber disciplina porque tienes que controlar para poder enseñar, pero siempre sin dejar de ser cariñosa», matiza. Cariño es precisamente lo que les pide a los maestros que empiezan. «El cariño y la paciencia es fundamental en esta profesión. Esto no es una guardería, no hay que mirar las horas pasar», reflexiona esta maestra abderitana que aún siente «mariposas en el estómago» cuando escucha el timbre de un colegio sonar.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

ideal «Si volviera a nacer, volvería a elegir ser maestro»