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maría torres
BERJA
Lunes, 22 de marzo 2021, 00:36
Brochas, disolvente, pintura blanca y amarilla, tijeras de podar y esperanza. Es lo que cargan en sus mochilas cada fin de semana los miembros de El Cerezo, el club de senderismo encargado de recuperar los senderos de Castala que fueron pasto de las llamas el pasado mes de enero. Superado el duelo por lo perdido, llegan con el ánimo renovado para reponer las señales que ellos mismos colocaron para guiar al senderista hace más de una década.
Conocen la sierra como la palma de su mano. Por las sendas que hoy recorre José López, presidente de El Cerezo, anduvo su padre a mediados del siglo pasado para repoblar pinos. Años después lo haría él también. Por entonces, los senderos no estaban señalizados como tal hasta que en 2008, de la mano de la Federación de Montaña, el club que dirige comenzó con la balización de las cuatro sendas homologadas del término municipal de Berja. Son Galería Morales, Las Minas, Los Lavaderos y Cortijo Clavero. Ocupan 40 kilómetros de longitud. «El trabajo fue muy duro, nos llevó dos años colocar todas la balizas», recuerda. El fuego que arrasó con casi 600 hectáreas en la Sierra de Gádor se ha cebado precisamente con tres de los senderos de pequeño recorrido diseñados entonces. «Se nos pone el pelo de punta, se ha quemado lo que más nos duele»», reconoce.
Sin embargo, no hay tiempo ni espacio para lamentaciones. Aunque la reforestación tendrá que esperar, urge actuar. «Lo primero que hicimos fue recorrer los senderos para valorar los daños, después planificamos el trabajo y, desde el 28 de febrero, nos organizamos en dos cuadrillas para limpiar, pintar y reponer señales. Y en ello estamos», explica José. Su club aporta el tiempo y la dedicación y el Ayuntamiento de Berja los materiales que necesitan.
Nostalgia
Mientras se avanza en esta minuciosa tarea, por la retina del grupo se suceden muchos recuerdos. Por un lado, los de El Cerezo rememoran con cierta nostalgia las «risas y buenos ratos» que compartieron la primera vez que se pusieron manos a la obra para recuperar unas sendas que el tiempo había difuminado. Diez años después, se afanan en borrar las huellas de un incendio que se prologó durante cinco días y que encontró en las fuertes rachas de viento su principal aliado.
«Durante años, por estas sendas caminaron muchas personas que iban a las minas a trabajar, luego los que ayudaron a repoblar los pinos a mediados de los años 50, después llegaron apicultores y pastores y luego los senderistas», relata José para justificar la obligación moral que siente con este paraje. Amante de la naturaleza, se crió en una sierra «bravía» y contagió a sus hijos su pasión por recorrerla a pie cada vez que sus obligaciones se lo permitían. «Ahora que ya estoy jubilado, me llevo a mi nieto, el mayor, que tiene cinco años», añade orgulloso.
Un mensaje de esperanza
A pesar de las ganas de ayudar, los miembros de El Cerezo no ocultan que regresar a Castala para conocer los daños del fuego «fue muy duro». «Teníamos 40 años cuando empezamos con los sedero y el impacto fue fuerte, pero hemos revertido la situación. Aunque hay sitios calcinados, ya estamos viendo que en otros han comenzado a crecer algunas plantas y ya se ven de nuevo animales, como escarabajos y lagartijas», explica ilusionado. Tras el desastre provocado por las llamas, la vida se abre paso con esperanza en el pulmón verde de Berja.
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