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MARÍA TORRES
DALÍAS
Lunes, 16 de septiembre 2019, 01:47
No hay palabras que puedan llegar a describir lo que un daliense de corazón siente cada tercer domingo de septiembre. Es el día grande de ... su Cristo, su luz y su guía. Alrededor de «2.000 kilos de explosivo» se quemaron anoche durante su tradicional recorrido en procesión por las calles de esta localidad, enclavada entre el Poniente y la Alpujarra de Almería. Incapaz de expresar de otra manera lo que la sagrada imagen despierta en lo más profundo de su ser, Dalías se aferra a la pólvora, al galán de noche, al nardo y al jazmín para rendirse a los pies del Cristo de la Luz.
Puntual a su cita, la talla se asomó a la escalinata de la iglesia de Santa María de Ambrox pasadas las ocho y media de la tarde. Portada por hombres y mujeres, fue recibida por un estallido de pólvora. En cuestión de segundos, seiscientos metros de traca y 25 bombas estallaron en una plaza que, abarrotada de fieles, se quedó pequeña. Fue el primer estruendo de un recorrido marcado por miles de mandas y promesas que se lanzan al cielo en forma de pólvora.
Sólo durante el desfile en procesión, se calcula que se queman «10.000 docenas de cohetes». La mayor parte la aporta el Ayuntamiento y las peñas, el resto. Primero fue el turno de la peña La Festivalera, después llegaron Los Costaleros y, a continuación, La Petalá. Tomaron el relevo El Perfume, La Luz, La Rosa y El Encuentro para finalizar con El Cohete y con Amigos de la Plaza. Son vecinos de Dalías que, durante todo el año y sin descanso, trabajan de forma anónima por y para el Cristo de la Luz. La nota musical corrió a cargo de la Asociación Músico Cultural Daliense y de la banda de tambores y cornetas Nuestro Jesús del Gran Poder de Granada.
La despedida
Mientras en el resto de la provincia la lluvia ha hecho estragos, el tiempo ha concedido una tregua a Dalías y a su Cristo, que ayer pudo completar su tradicional salida en procesión. A su regreso al templo, pasadas las doce de la noche, el Cristo se despidió de sus fieles bajo un último estallido de pólvora: 800 metros de traca y más de una veintena de bombas. Con las luces apagadas y con los brazos apuntando al cielo, vecinos y visitantes se rindieron por última vez ante los pies de su Cristo para que siga guiándoles en su camino.
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