'Adra, tu corazón y el mío'
Discurso íntegro de José María Gómez-Lázaro, nombrado Hijo Adoptivo de Adra en la conmemoración del Día del Municipio, que tuvo lugar el pasado jueves en el Auditorio Ciudad de Adra
José María Gómez-Lázaro
Adra
Lunes, 22 de enero 2024, 17:36
Ilmo. Sr. Alcalde de Adra, Sras y Sres Concejales, Excma. Sra. Consejera de la Junta de Andalucía, Excma. Sra. Senadora del Reino de España, Sra. Inspectora Jefe de la Policía Local, Sr. Brigada Jefe del Puesto Principal de la Guardia Civil, Rvdo. Sr. Cura Párroco, Rvdo. Sr. Vicario Parroquial, Dignísimas Autoridades, Compañeros galardonados, familia, Sras. y Sres., compañeros, alumnos, amigos todos:
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Mi más sincero, sentido y obligado agradecimiento a todos los que me acompañáis, presentes o no, en este acto.
Ante todo, déjenme expresar mi gratitud personal al Sr. Alcalde y a todas las personas que forman la actual Corporación Municipal, por haberme propuesto, primero, y después, aprobar por unanimidad, mi nombramiento para este insuperable honor.
La verdad es que me siento abrumado, sobrepasado, y muy emocionado. Jamás hubiese podido yo llegar a pensar, que por cumplir con mi obligación y sobre todo por seguir los dictados de mi corazón y de mi conciencia, me harían merecedor de este enorme e inmerecido título.
Si tuviese que buscar una palabra que recogiese cual es mi actual estado de ánimo, qué sentimiento me embarga en este momento, esa palabra no podría ser otra que «GRATITUD».
Después de 50 años vividos día a día, entre vosotros, no puedo por menos que acordarme de las dos primeras personas que conocí en Adra. Manolo Moreno y Pilar Carretero, que nos abrieron las puertas de su casa, nos recibieron con extraordinario cariño, y nos animaron a venir a Adra. Recordar, como no, aquél primer Claustro de Profesores, con Manolo Moreno, Paco Capilla, Pepe Arqueros, Pepe Albarracín, Luisi Sánchez, Paco Rodríguez y José Fernández Jiménez, aunque tú para mí, siempre serás Joseíco el de Elías.
Recordar, ya en Adra, a mis primeros amigos y siguen siéndolo, a Paco Crespo, Mario Martín, Antonio Vela y Eugenio Tendero. De ellos aprendí, que el ser abderitano era una cosa que valía la pena, pero que, para serlo, había que ganárselo a pulso, a base de cercanía, respeto, educación y trabajo. Y yo me dije, ¡Adelante!, merece la pena el esfuerzo.
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Ellos, quizás sin darse cuenta, me enseñaron que, para ser abderitano, hay que enamorarse de sus amaneceres y de sus atardeceres, es quedarse absorto ante la furia desatada de la naturaleza en la mar, es ver estrellarse los rayos del sol sobre sus transparentes aguas formando miles de estrellas con tanto brillo que es casi imposible mirarlas durante mucho tiempo, sin quedar cegado ante tanta belleza.
Ellos me dijeron y yo lo comprobé con el paso de los años, que Adra huele a sal, huele a mar, pero que sabe a boquerón plateado, a pulpo seco, a calamar de potera y a brótola de piedra, entre otras muchas exquisiteces.
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Pero, tengo que decirles otra cosa, Adra también huele a tierra, esa tierra tan duramente trabajada, en silencio, en soledad, con la preocupación reflejada en el rostro y en el alma, esa tierra trabajada a veces, en condiciones muy duras. Porque, ustedes lo saben, Adra también huele a tomillo y romero, a laurel y albahaca, a lavanda y citronella, a hierbabuena y azahar.
He recibido tanto de ustedes, tanta educación en el trato, tanto respeto, tanta cercanía, y por qué no decirlo, tanto cariño, que no tengo palabras para expresar lo que mi corazón siente.
En este sentido, quiero que sepan, que mi vida se ha basado en cuatro pilares fundamentales: Dios, mi familia, mis amigos y mi trabajo.
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De Dios, quiero decirles, que me dio la vida, que me enseña a sonreír, a llorar, a amar, amar al que sufre, a ver a mi hermano en la persona que padece, a perdonar, porque el que vive en el odio, no vive. Me enseña a diario, a agradecer las cosas pequeñas. Me ha enseñado tanto, tanto, y me sigue enseñando, que me faltaría tiempo para decir todo lo que a diario recibo de Él y yo le debo.
En segundo lugar, mi familia. Tuve una madre fuera de lo normal, extraordinaria, fuerte, con las ideas muy claras, que tuvo el coraje de sacar adelante, sola, a sus dos hijos sin ayuda de nadie, que nos matriculó, en el Colegio La Salle, donde tanto aprendí y donde tanto me enseñaron.
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Ella me inculcó, una serie de principios y valores a los que nunca por nada ni por nadie debería renunciar. Me enseñó el amor al trabajo, al trabajo bien hecho y el amor a la verdad. Me enseñó a respetar a todo el mundo, especialmente a los mayores, a los que tanto debemos, me enseñó a dar las gracias por todo y a todos. Y me enseñó también, que la vida no regala nada a nadie, que hay que lucharlo, pelearlo, si quieres alcanzar las metas que te propongas.
A mi mujer, Tere, tan merecedora o más que yo, de esta distinción quiero decirte: Cuántos años juntos, cuánto esfuerzo, cuánto trabajo compartido, cuánta ilusión, cuánto apoyo, cuántas horas sin dormir, cuánta autoestima, cuánta cercanía. ¡Qué suerte tuve, en dar con una mujer, con mayúsculas, como la que tengo! Por cierto, quiero que sepas que cuando hablo, lloro o pienso en ti, lo hago como dice el poeta:
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Si a veces hablo de ti,
Y ves que brillan mis ojos
No creas que están llorosos
Es que mi risa es así.
Que cuando lloro por ti
Ni las estrellas lo saben
Yo lloro cuando no hay nadie
Que te lo pueda decir.
Que cuando yo pienso en ti
Lo hago tan para adentro
Que ni mi piel sabe cierto
Que muero pensando en ti
Llevamos cincuenta años casados, qué rápido se nos ha pasado el tiempo, se ve que le hicimos caso, al sacerdote que nos casó, cuando nos dijo «hasta que la muerte os separe». Por cierto, yo sé cómo me gustaría que fuese, aunque luego será lo que tenga ser. Lo oí en una antigua canción y su letra se me quedo grabada en el alma. Dice así:
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«A la hora del final
no deseo nada más
que acariciado por tu voz
con tu perfume alrededor
me dormiré, mirándote».
¡Te quiero, mujer!
De mi hija Maite, que les voy a decir. Dios quiso enviárnosla, para que fuera la razón de ser de nuestro matrimonio. Maite, tu padre, tus padres, se sienten enormemente orgullosos de cómo eres, de tus valores, de tus sentimientos, de tu forma de ser, hacer y sentir, y doy gracias al cielo porque hayas dado con una persona, recta, honesta, cariñosa y que te quiere. Y para colmo nos habéis dado un nieto, mi Pedro, al que me duele hasta el alma de tanto como lo quiero. Este nieto que al preguntarle yo un día, el por qué, nos llevábamos tan bien, me soltó: «Por qué va a ser, abuelito, porque nos queremos mucho». Tenía cinco años.
Al resto de mi familia, gracias por estar ahí, por tanto cariño recibido, por tanto apoyo, incluso económico, por tanto calor, por no recibir nunca un no por respuesta, por haber contado siempre conmigo, por eso y por todo, os quiero, sois mi familia.
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En tercer lugar, mis amigos, para mí los mejores, quiero que sepáis, que estáis siempre conmigo, siempre en mi corazón, gracias por aceptarme como soy, por permitirme formar parte de vuestras vidas, por dejarme vivir juntos, momentos extraordinariamente alegres y otros duros, muy duros. Quiero que sepáis que formáis parte de mi vida y así lo será hasta el final. Gracias.
Y en cuarto lugar, mi trabajo, mis compañeros, los padres, mis alumnos, ahí es nada. Toda una vida.
De mis compañeros, decirles, que me siento enormemente orgulloso y he tenido el honor de haber compartido con ellos, aquí en Adra, 35 años de mi vida profesional, de los 40 en los que ejercí como maestro. San Fernando, Pedro Mena y el IES Virgen del Mar, son testigos de mi paso por ellos. No tengo palabras para agradecer toda la ayuda, el apoyo, la comprensión, y sus palabras de aliento. Todo el mundo sabe que, el ser humano, tiene una mano derecha y otra izquierda. Pues bien, yo he sido tan privilegiado en mi vida y en mi trabajo, que, he tenido la suerte de tener dos manos derechas, don Pedro Aybar y don Francisco Bogas, así con mayúsculas, ¡¡¡cómo os echo de menos!!!
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Cuántos años compartiendo tareas directivas, trabajo, ilusiones, esfuerzos y sueños. Sin vosotros nada hubiera conseguido. Gracias Paco, gracias Pedro. Pero también he tenido una enorme mano izquierda, en la figura de todos mis compañeros, esos de los que tanto aprendí y que tanto me enseñaron.
A vosotros padres, agradeceros el haberme entregado lo mejor de cada casa: vuestros hijos. Gracias por escucharme, gracias por estar siempre a nuestro lado, gracias por vuestro apoyo, respeto y por vuestro cariño. Estuvo siempre claro, que remábamos todos en la misma dirección.
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Y que decirles de mis alumnos, ellos han sido la razón de mi vida, de mi trabajo y mi constante preocupación. Para mí, jamás fuisteis un número en una lista, ni en un expediente, fuisteis algo más, mucho más.
Con ellos tuve el honor y el privilegio de pasear con orgullo el nombre de Adra, por toda la geografía española, incluso nos atrevimos a salir, fuera de España y un año fuimos a Portugal y otro año, a Andorra la Bella, en aquellos inolvidables Viajes de Estudios
En fin, no sé lo que ellos pensarán, pero yo estoy muy orgulloso de todos y cada uno de ellos, y saben por qué, porque me mereció la pena, porque creí que era lo correcto y lo que se tenía que hacer. Quiero decirles también, que no sólo les impartimos conocimientos, también les enseñamos una serie de valores, que estoy seguro, todavía siguen practicando. Nosotros fuimos los albañiles, que, con nuestras manos, construimos los cimientos sobre los que después se levantaron esas espléndidas realidades que son hoy sus vidas. Gracias por haberme permitido formar parte de ella. Y todo ello, pagado con un simple, «Gracias Maestro».
No quisiera terminar, sin dar las gracias a mis hermanos de Cáritas y a los del Banco de Alimentos. Gracias por vuestro sacrificio, esfuerzo, trabajo, tesón, pundonor, en definitiva, por entender aquello que se nos dice en los Hechos de los Apóstoles: «Hay más alegría en dar, que en recibir». Y en san Lucas, ¡Vosotros, dadles de comer!
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Sé, que a veces se nos critica, y quizás no les falte razón, pero les voy a contar una anécdota que quizás les haga cambiar de opinión. Una tarde noche, se presentó un padre con dos hijos, de 7 y 5 años, más o menos, a pedir alimentos. Lo último que le dimos fue la leche, y en ese momento, el más pequeño, le tiró del pantalón al padre y le dijo: «Papá, a esta leche también hay que echarle agua». Esa es la Cáritas en la que creo y por la que he luchado y trabajado más de 35 años de mi vida. Por favor, colaboren con Cáritas, ayúdennos.
Finalmente, a mis hermanos de san Marcos, gracias por haberme permitido entrar en vuestra casa, por colaborar en mi trabajo para que la Hermandad recobrase su normalidad. Pero, sobre todo, para que esta fiesta señera y señora de Adra volviese por sus fueros, y que, de nuevo, oigamos resonar en nuestras calles, las risas, la alegría, la simpatía, el olor a buñuelos, el ruido ensordecedor de los cohetes, para que aflore, en definitiva, algo que caracteriza a nuestro pueblo, su belleza. Gracias por hacer que la Hermandad, sea de nuevo la de todos los abderitanos, aunque yo estoy seguro, que nunca dejó de serlo.
Termino con unos versos, que Vds. reconocerán de inmediato y que yo me he tomado la libertad de modificar, pero que creo que les dirá cómo me siento en este momento. Dice así:
Soy español y andaluz, por mi cuna
Tengo la gloria en mis manos
Si además soy abderitano
pa' que quiero más fortuna
como esta tierra no hay una,
como esta tierra ninguna.
Muchas gracias a todos y por todo.
Y ahora griten conmigo…
¡VIVA ADRA! ¡VIVA ADRA! ¡VIVA ADRA!
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