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Clásicos Populares (XXI): Las Conservas

Clásicos Populares (XXI): Las Conservas

FRANCISCO CUENCA

Lunes, 14 de octubre 2019, 17:41

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La fábrica de conservas 'Santa Isabel' nació en el siglo XIX (aproximadamente en 1882), como primitivo ingenio de azúcar y pasó al principio de los años 30 del siglo pasado de manos del empresario Fernando García Espín a fábrica de conservas vegetales (tomate y guisantes entre otros productos). Durante la guerra civil el empresario murió y la fábrica fue requisada y dirigida por José Pita impuesto por la CNT, de origen gallego que conocía el tema del pescado. Se trabajaba con boquerón, sardina y caballa.

Fue después de la contienda cuando de manos del empresario Joaquín Vázquez Vázquez y del director Pedro Navarro Salmerón las conservas de pescado dieron fama y prestigio a la actividad conservera en Adra. Las conservas vegetales y de pescado convivieron durante veinte años. Como muchos de los lectores conocen la tradición conservera de Adra se remonta al gárum y salazones en época romana.

Personaje también importante en la fábrica fue Manuel González Ferreira, que fue el último encargado mecánico de una serie de gallegos que llegaron a nuestra localidad para trabajar en 'Santa Isabel'.

El éxito de 'Santa Isabel' se fraguó por supuesto en la calidad del producto y su elaboración, en una mano de obra especializada dividida en diversas categorías y en el comercio y distribución de sus productos que llegaron a tener fama nacional e incluso internacional. En la misma fábrica se elaboraban las latas con grandes planchas de hojalata serigrafiada con esas imágenes que aún podemos ver como adorno en algunos lugares de Adra.

Según comentó en 2012 Pedro Navarro , «el secreto de la exquisitez de la melva canutera (debo decir que no he probado otra igual), era su cocción lenta, y la rapidez del proceso para mantener la frescura del pescado que traían de varios puertos. Se echaba en balsas para limpiarlo con abundante agua, obtenida de pozos de agua propios. Las sardinas se cocían en vapor y la caballa y la melva en calderas de salmuera con ramas de laurel. Se calentaba con vapor para así conseguir la cocción lenta. De la melva y de la caballa se sacaban las raspas y se hacían filetes que las empacadoras colocaban en las latas muy apretadas para que no quedara aire. Luego se regaba con aceite de oliva durante varios días para que empaparan bien y fueran más suaves. Se cerraban las latas con máquinas manuales (Centro Interpretación de la Pesca) y se metían en la autoclave con vapor para detectar posibles fallos de cierre o la presencia de aire, a la vez que se esterilizaban y comprobar si había latas bufadas. Los expertos golpeaban con palitos las latas y según sonaban, sabían si estaba todo bien para exportar por ejemplo a Italia, a Madrid, Barcelona, etc».

Como anécdota, las últimas que se fabricaron tenían fecha de caducidad 1994, pero algunas fueron abiertas bien avanzado el siglo XXI y estaban exquisitas según nos cuenta Joaquín Navarro, hijo del entonces director que se crió de niño en la fábrica junto a sus hermanos, al que agradezco su colaboración para escribir estas líneas. Dice Joaquín que no recuerda que su padre cogiera vacaciones nunca y que a él le gustaba tanto la fábrica que le pedía a su padre como quedarse con él mientras que el resto de la familia se iba en verano a Lanjarón.

La fábrica quedó herida de muerte en 1973 con la riada. Las personas más adultas recordarán la carrera de Natalio Rivas llena de latas de conservas. Los muros de las conservas no aguantaron y toda la producción que esperaba para ser retirada se esparció por toda la carrera. Las pérdidas superaron los ocho millones de pesetas de la época. También se perdieron recuerdos que albergaba la fábrica como las muestras de las fabricaciones de pescado y hasta de vegetales de muchos años.

En sus últimos años el edificio de las conservas albergó las incubadoras para una producción de pollos y huevos. Industria de la misma propiedad que surgió con la fábrica de piensos 'La foca', que aprovechaban los restos del pescado que se secaban. Hoy en día solo nos queda la chimenea que deja constancia de una actividad que a más de uno evocará muchos recuerdos. Entre ellos quiero resaltar el de aquella sirena que se oía en todo el pueblo para avisar a sus trabajadores (en su mayoría mujeres) de que había llegado pescado y por tanto había que comenzar la actividad. Las mujeres acudían por decenas a la fábrica de conservas 'Santa Isabel'. Cuando regresaban a sus casas lo hacían impregnadas de un notable olor a pescado. La conserva contribuyó durante más de cincuenta años a la economía abderitana. En los momentos de mayor actividad, las conservas podían tener más de trescientos trabajadores.

Posterior al cierre de 'Santa Isabel', provocado principalmente por la falta de materia prima y la necesidad de mucha mano de obra, hubo un intento de retomar la actividad conservera en Adra con la fábrica OPEPESA, pero una serie de circunstancias provocaron que esta iniciativa no tuviera éxito.

Quiero mostrar mi agradecimiento a la página www.adracultural.es y a la hemeroteca del periódico IDEAL puesto que me han aportado datos que aquí pongo negro sobre blanco. Es una pena que se vayan perdiendo estas actividades tan ancestrales de nuestro pueblo que tanto prestigio han dado a nuestros productos. La melva canutera de 'Santa Isabel' ahora sería, sin lugar a dudas, un producto de esos que ahora llamamos 'gourmet'.

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