FRANCISCO CUENCA
ADRA
Miércoles, 18 de septiembre 2019, 11:35
Cuando un establecimiento es regentado por su tercera generación, no existe duda para que pueda considerarse un clásico. Este es el caso de 'El Rinconcillo', establecimiento que abrió sus puertas por primera vez allá en el mes de abril del año 1947.
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Sus propietarios eran Jesús Fernández Morante y su hijo Rufino Fernández Gómez. Éste último se casa en 1955 con Mercedes Vargas Ucedo, la que sería Alma Mater del comercio. Estaba situado como muchos recordaremos en la esquina (de ahí su nombre), junto al antiguo bar La Granja en la plaza Puerta del Mar. Además de establecimiento de ultramarinos que fue al principio, y donde se vendía de casi todo, era también la vivienda de la familia. Se vendía loza, zapatos, perfumes, tripas y especias de matanza.
Más tarde evolucionó para vender también ropa, juguetes e incluso vendieron joyas. Con el paso de los años se fue especializando como mercería, y en la actualidad en otra ubicación en el Pasaje del Libro, sigue ofreciendo a su clientela ese trato personalizado que en estos tiempos tanto se echa de menos.
Hay que situarse en la época de apertura de 'El Rinconcillo' (plena posguerra) para poder imaginar las penurias y dificultades que sufría la población. Los comercios tenían que subsistir a base de muchas horas en el trabajo, cobrando como se podía, y cultivando una relación con los clientes muy personal y cercana. Me cuenta como anécdota Rufino Fernández Vargas, hijo de Rufino y Mercedes y tercera generación de 'El Rinconcillo', que se hacían tres pedidos al año ya que se tardaba un mes y medio en confeccionarlo y otro mes y medio para que llegara con lo que se completaba un pedido al trimestre. Por ello, tenían que almacenar gran cantidad de mercancía para largos periodos. Piensen en aquellas carreteras y en los representantes o viajantes como se llamaban entonces. Algunos venían en bicicleta, acompañados de algún hijo como ayudante en el portaequipajes de la bici. Después de más de setenta años 'El Rinconcillo' sigue conservando relación con algunas casas comerciales que les proveen de sus artículos.
El éxito de estos comercios, no es otro que la dedicación, la constancia, el trabajo, y por supuesto, el trato humano que esta familia de comerciantes ha sabido inculcar y mantener durante tanto tiempo. Estuvieron viviendo en el mismo lugar de la tienda hasta la riada de octubre de 1973 que la anegó, y perdieron todo lo que tenían, que fue valorado en dos millones de pesetas de la época. En 1977 falleció Rufino Fernández Gómez, y quedó su esposa Mercedes al frente del establecimiento.
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Allí estuvo Mercedes hasta el 7 de septiembre de 2000 en que cerró 'El Rinconcillo' en su primera ubicación y 12 días después, el 19 de septiembre de 2000 abrió sus puertas el nuevo local. Mercedes fue objeto de un homenaje por la asociación de comerciantes de Adra junto a otros compañeros de otros establecimientos en el año 2002. Falleció el 19 de enero de 2015.
Para que se hagan una idea de lo que podía suponer 'El Rinconcillo', me gustaría evocar un pasaje que me cuenta mi amigo Rufi. Apareció un señor con sombrero, que venía de una cortijada próxima a Adra, para ver si tenían un cristal para un quinqué que había comprado hacía 25 años allí. Mercedes le explicó que de eso ya no se vendía nada, pero su hijo que había estado ordenando algunas de las estanterías recordó haber visto un papel de periódico en lo alto de una de ellas. Efectivamente, como habrán supuesto era un cristal para quinqué envuelto en papel de periódico. Cuando se lo dieron el señor dijo literalmente «ya lo decía mi difunta, que en 'El Rinconcillo' tenían de todo».
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Ahora corren nuevos tiempos y tanto Rufino, su hermana Mercedes, y la esposa de él Encarna, se han encargado de que a la vez que tradicional, sea una mercería moderna. Me cuenta Rufino que todo está informatizado con lo que ello conlleva en una mercería, solamente de botones cuentan con más de 20.000 referencias. En total pueden superar las 50.000. Cuentan con página web y se pueden hacer pedidos a domicilio. Si su abuelo o su padre levantaran la cabeza quedarían asombrados de los avances de la tecnología para gestionar un comercio de este tipo.
Desde aquí abogo, aunque que ya sé que es muy difícil, para que se sigan manteniendo este tipo de comercios de pueblo, que tan buen trato dan a sus clientes y que tan importantes son para el devenir diario de nuestra localidad. Esos comercios familiares de toda la vida. Por supuesto, deberían recibir ayudas de las administraciones porque la competencia de las multinacionales y de las grandes superficies es brutal, pero el trato personal y humano también cuenta y en eso no tienen competencia.
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