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Clásicos Populares (XXXI): Los Jardincillos
Opinión

Clásicos Populares (XXXI): Los Jardincillos

Francisco Cuenca, colaborador de IDEAL ADRA&ALPUJARRA: «Desde hace varios años son lugar de esparcimiento de personas no muy recomendables, en lugar de ser una zona con vida y disfrute de niños y mayores»

FRANCISCO CUENCA

ADRA

Martes, 29 de diciembre 2020, 20:54

Aunque su nombre oficial sea el de Jardines de Heredia, no podemos negar que en nuestra localidad esta plaza es conocida como los jardincillos.

Es en 1822 cuando la casa Rein y cía construye una fundición pionera en Adra y debido a la caída del precio del plomo va a la quiebra en 1837. Es entonces cuando el industrial, comerciante y empresario malagueño Manuel Agustín de Heredia adquiere la fábrica y la transforma de manera muy importante dotándola de nuevas tecnologías, fabricando nuevos productos y construyendo varios de los símbolos de la Adra actual. La torre de los perdigones, la casa grande de la fundición o casa de Carreño (tristemente derribada) y la ampliación a más de cuatro hectáreas de la extensión de la fundición de San Andrés son obra de nuestro protagonista que además da nombre a los jardines de la plaza de los jardincillos. Tanto la torre de los perdigones como la Casa de Carreño merecerían artículos para ellas en solitario pero hoy nos ocupa la que seguramente sería en su momento la primera zona verde urbana de nuestra localidad. Cuando Heredia se hace con la fundición en la zona de los jardines solamente aparece un descampado con algunos árboles y plantas desperdigadas sin ningún orden.

No es hasta mediados del siglo XX cuando los jardines de Heredia empiezan a tener el primitivo aspecto que hoy conservan en parte. Los parterres que podemos ver en la actualidad son casi los mismos, pero en el centro de los jardines se ubicaba una fuente muy parecida a la que había en la plaza del ayuntamiento. A mi modo de ver, eran mucho más bonitas que lo que podemos encontrarnos hoy en ambas plazas. Su ubicación céntrica en el pueblo, junto al kiosco o casino de verano y junto a la cofradía y escuela de pescadores le confiere en su momento gran protagonismo en la vida abderitana. Fiestas sociales en el casino y niños que al salir de la escuela de pescadores juegan por su laberinto verde son comunes en los años sesenta y setenta. Son varias las transformaciones que han sufrido los jardincillos, desde la retirada de la fuente hasta la sustitución de las rejas que había en la parte que daba a la carrera por muros mucho más bajos. Al otro lado de la cofradía, donde hoy se encuentra la calle del conocido bar «Emilio» se encontraba el edificio que albergaba telégrafos y correos.

Hoy día, desafortunadamente en mi opinión, los jardincillos no son disfrutados por parte de los abderitanos como debería de ser. Desde hace varios años son lugar de esparcimiento de personas no muy recomendables, en lugar de ser una zona con vida y disfrute de niños y mayores. Esto redunda en que no sea un lugar seguro cien por cien.

Seguramente cada uno de los abderitanos tenemos recuerdos de los jardincillos, bien de niños, bien de adolescentes sobres todo, ya que hubo una época en que ir a los jardincillos con una chica o con un chico era sinónimo de haber ligado. Muchos primeros amores se gestarían en sus calles serpenteantes.

Los jardincillos son el recuerdo verde de una Adra industrial que ha sido menospreciada con el tiempo. Pocos restos quedan de aquella fundición de San Andrés, y que decir de otros ingenios de la localidad. Adra podría ser potencia en turismo industrial del siglo XIX, ya que fuimos pioneros a nivel nacional. Y se podría haber adecuado gran parte de las instalaciones para hacer por ejemplo un Parador de Turismo en la casa de Carreño, o también hacer un recorrido por todo el ingenio a modo de parque urbano, pero como siempre el que manda es el dinero y la especulación urbanística. Pero, para eso están las instituciones que en muchos momentos no están a la altura de las circunstancias. La inversión sería muy grande pero no dejaría de ser en beneficio de todos los abderitanos. Ya se que es difícil lo que propongo, pero si no se intentan las cosas no se pueden conseguir. No podemos olvidar que tenemos todavía por suerte las instalaciones de la fábrica azucarera. En ellas se podría hacer algo más que guardar camiones o celebrar comuniones. Tenemos un pasado industrial de primer orden que debemos aprovechar y dar a conocer a todos los abderitanos y a todos los que nos visiten y se puedan quedar cuando tengamos algún hotel, claro.

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