Pepe Galeote Oliver, gerente de la Ferretería La Purísima. F. C.
Clásicos Populares (XXXIV): La Purísima
opinión ·
Su historia se remonta algunos años atrás cuando José Oliver Padilla, hijo de un guardia civil destinado en Adra, comienza de aprendiz en un taller de carpintería, según traslada Francisco Cuenca, colaborador de IDEAL ADRA&ALPUJARRA
francisco cuenca
ADRA
Martes, 27 de abril 2021, 19:12
En esta ocasión toca hablar en nuestros clásicos de un comercio que lleva tres cuartos de siglo dando servicio a la población de Adra y sus alrededores. Me refiero a la ferretería 'La Purísima' que abrió sus puertas en el año 1947.
Su historia se remonta algunos años atrás cuando José Oliver Padilla, hijo de un guardia civil destinado en Adra, comienza de aprendiz en un taller de carpintería. Tras algunos años decide montar su propio taller y diversos negocios, entre ellos el también conocido y digno de otro artículo como éste, 'Muebles Oliver'. José tuvo siete hijos con su mujer Purificación, Carmen, Pepe, Lola, Paco, Salvador, Juan y Jesús, todos fallecidos ya excepto Pepe que cuenta con 102 años y una lucidez y vigor físico digno de admiración tal y como pude comprobar cuando lo visité junto a su sobrino Pepe y su sobrino nieto Carlos. José Oliver García recuerda con pelos y señales los años en que su padre decide abrir la ferretería y dejar un poco de lado el resto de los negocios para que los llevaran sus hijos.
Es el nieto José Galeote Oliver, hijo de Carmen, el que empieza a ayudar en la ferretería cuando apenas cuenta con diez años. Pepito Oliver, como es conocido, aunque sea su segundo apellido, cuenta en la actualidad con 83 años y ha pasado toda su vida detrás del mostrador de la ferretería. El nombre de la ferretería se debe como habrán podido pensar al nombre de la mujer de su fundador, Purificación que era una mujer muy religiosa.
Con el paso de los años Pepe Oliver se hace con las riendas del negocio, al principio es ayudado por su cuñada Lola Espinosa Sierra y más tarde cuando los hijos lo permiten es su mujer Ana Espinosa Sierra la que le ayuda. Tuvieron tres hijos, Pepe, Salvador y Carlos. Hoy en día, sus dos hijos menores son la cuarta generación que regenta el negocio que se trasladó a principio de los años noventa del siglo pasado desde su primera ubicación en la calle Natalio Rivas hasta la actual en la calle Velázquez. En la carrera el local se dividió en dos ya que otra hija, Lola, abre en la otra mitad una mercería que más tarde será comercio de saneamientos con el mismo nombre que la ferretería.
Como siempre digo, hasta aquí los datos asépticos y fríos, pero 'La Purísima', en Adra es mucho más. El trato amable, capaz, personalizado, y dedicado de sus propietarios ha sido siempre santo y seña del negocio. Para los neófitos como yo en el tema del bricolaje es un aprendizaje cualquier visita a 'La Purísima', y ver cómo instruyen a sus clientes y les solventan cualquier problema que les haya podido surgir. Además la calidad es uno de sus pilares para poder hacer frente a la dura competencia que ha surgido en los últimos años con los comercios orientales y las grandes superficies dedicadas al mismo ramo. Las mejores marcas de herramientas las podemos encontrar en sus instalaciones. En 'La Purísima' se ha vendido de todo, desde cristales, que luego traspasaron a la familia Rivera, a cualquier accesorio que se nos pueda ocurrir.
Comenta Pepito Oliver que los pedidos al principio tardaban una semana como mínimo en llegar y los representantes hacían cola algunas veces durante las horas del mediodía para ofrecerle los productos que llevaban. Si alguna vez no tenían algo lo pedían a los almacenes 'La llave' de Almería, pero dice una leyenda urbana que si hay algo que no tiene 'La Purísima', eso no existe. En Adra solamente tenían por competencia a Esteban Martínez, pero según cuentan la relación siempre fue muy buena hasta el punto de hacer pedidos conjuntos para abaratar costes y ponerse de acuerdo en fijar algunos precios para no hacerse una competencia desleal y conservar cada uno su clientela.
En los años difíciles de la posguerra uno de los artículos que más se vendía era la borra, trozos de tela viejos que recogían los traperos y luego se reutilizaban para rellenar colchones. Muchos artículos llegaban en una unidad llamada «gruesa» que equivalía a doce docenas, es decir, 144 unidades, lo que hacía el cálculo de precios más dificultoso. Yo siempre he comentado en tono jocoso que hacer el inventario de una ferretería deber ser el trabajo más estresante del mundo. Miles de referencias, de artículos, algunos de ellos muy parecidos entre sí y sobre todo saber donde se encuentra cada uno.
He querido dejar para el final dos anécdotas que a mi me provocaron una sonrisa cuando las escuché. Cuando en el año 1973 se produjo la riada, afectó de lleno al negocio del que hablamos. Su dueño Pepe, se encontraba en la trastienda contando la recaudación del día anterior pero tuvo que salir raudo y veloz si no quería poner en peligro su vida, ya que el agua entró a más de un metro de altura. Cuando pudo volver se encontró la mesa flotando y el dinero intacto.
La última, habla del código que utilizaban en la ferretería para conocer los precios de coste que tenían para saber a cuánto lo podían vender. El fundador del negocio ideó un código con una palabra de diez letras, todas ellas distintas, que otorgaba a cada una de ellas el valor de los diez primeros dígitos. Había varias palabras que cumplían aquellas condiciones, HIJODEPUTA, REPÚBLICA, pero la elegida fue CONQUISTAR. Así, en un artículo que les había costado 125 pesetas escribían a lápiz las letras COU (1, 2, 5), así sabían siempre el precio por debajo del cual no podían vender sin que se enterara el cliente.
No quisiera acabar este artículo sin agradecer a Pepe Oliver, Pepe Galeote y Carlos Galeote su interés y colaboración para poder escribir estas líneas. Muchas anécdotas quedarán en el tintero pero la extensión de estas líneas es limitada.
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